"Tenemos que hablar...". Aaaaahhhh, no hay peor comienzo de una conversación. El imperativo al que se le suman unos puntos suspensivos y un tonillo de trascendencia. Esas conversaciones suelen terminar con una discusión o suelen ir acompañadas de una mala noticia. "Creo que ya no te quiero. De hecho, desde hace dos meses estoy con mi profesor de paddle".
Por suerte, no todas las conversaciones empiezan con esa manida frase. Incluso hay muchas que empiezan por error o, simplemente, surgen naturalmente. Lo importante es que detrás de una conversación hay millones de cosas. Tanta importancia se le da a la palabra escrita que a veces nos olvidamos del placer de hablar. De hablar durante minutos. De hablar durante segundos.
Pero el hecho de hablar (cara a cara, nada de teléfonos, que esas conversaciones son traicioneras) conlleva, como decía antes de interrumpirme a mí mismo, millones de cosas. Las palabras se acompañan de gestos, de miradas, de equivocaciones. No puedes mantener la conversación perfecta...pero eso es lo mejor. No hay nada mejor que la imperfección en una conversación. Así, tratar de mantener un personaje inexistente durante un rato sólo consigue que la conversación pierda la esencia.
A lo largo del tiempo me he dado cuenta de que me gusta hablar. Pero hablar de verdad. Sentarte enfrente de una persona y establecer un diálogo. No siempre es necesario, para mantener ese diálogo, que las dos personas hablen constantemente. A veces lo mejor es callarse y escuchar lo que te tienen que contar. Escuchar cómo te están contando algo, mientras tratas de buscar el porqué de que te cuenten algo y mientras le das color e imagen a las palabras de la otra persona.
Es cierto que eso no siempre es fácil. No todo el mundo tiene la habilidad para hablar. Sí la capacidad, pero no la habilidad. Alguien te puede contar la historia más interesante del mundo y convertirla en un espacio en blanco. Otros, en cambio, te pueden estar hablando de lo más corriente y básico y te parece que estás escuchando lo más increíble que jamás has escuchado. Es evidente, por tanto, que para mantener una buena conversación es necesario tener un buen interlocutor.
En la última semana he tenido algunas de las mejores conversaciones de toda mi vida. Un duelo a muerte, un cara a cara, un desafío de miradas. Surgen, supongo, por ganas de saber, por ganas de conocer y por ganas de acercarte un poco más al vacío que suponen algunas personas. Ésta surgió por casualidad o, mejor dicho, con naturalidad; con la naturalidad que siempre se hecha de menos en una conversación entre dos desconocidos. Yo hablé, yo expuse mis temas, conté lo que tenía que contar, me olvidé de lo que no tenía que olvidarme, me trabé como tenía que trabarme y pensé lo poco que hay que pensar en las conversaciones.
El interlocutor, por su parte, abrió su boca y de ella salieron miles de palabras, historias, recuerdos, suspiros y algun que otro color que tiñó el cielo de Madrid durante unos segundos. Aquel interlocutor no lo sabía, pero estaba logrando la conversación perfecta. Estaba logrando prender al que le escuchaba por obra de aquellas palabras poco calculadas, que acompañaba de sonrisas y de esperas en las que aparecía su interlocutor con el fin de formar parte de aquella conversación.
Aquella imperfección había alcanzado, sin quererlo, lo más cercano a la perfección. Como un gesto congelado en una foto o un perfil disimulado por el pelo.
La gente no lo sabe. La gente no sabe que con algunas conversaciones eres capaz de detener el tiempo y lograr que espere un rato hasta que acabes. La gente no sabe que algunas conversaciones sirven más que mil años, regalan más cosas que una caja envuelta con un lazo y suponen más que un grito necesario. Algunas personas no saben. Y punto.
Me despido. Y sí, me quedan conversaciones pendientes.
12 comentarios:
A riesgo de parecer demasiado seria: que alguna de esas conversaciones pendientes sea conmigo, amigo. Hay una historia india por ahí de un tio que no habló en años, y cuando lo hizo dijo "fuego" y se prendió la montaña... Tonterías, yo prefiero rajar a gusto que tener superpoderes. Y andaaaaa, pásate por mi blog que Lola está sola y las iguanas también necesitan un poco de interlocución...
Mi niño, yo me pido otra conversación de esas, que a mí me ha costado sentarme a hablar contigo y no lo he hecho todo lo que me hubiese gustado, pero a pesar de eso tengo la sensación de que eres un gran interlocutor. ¿Mi problema? Pues ya lo sabes, que yo hablo demasiado, pero para eso también están los buenos interlocutores: para cortarme el rollo de vez en cuando.
un besito guapo
Pd. Saludos a Mario de mi parte.
Acabo de leer tu post. He sentido la necesidad de clicar en Comentarios. Lo he hecho y me encuentro aquí sin saber muy bien qué decir o peor, qué escribir.
Las conversaciones, y lo que ellas conllevan, -escuchar a otra persona y ver cómo se queda pensando mientras se toca el pelo o bebe de su vaso de cerveza, hablar con alguien y observar cómo te mira, ver cómo sonríe antes de contar una anécdota divertida o cómo se ruboriza porque acaba de desvelarte un secreto-, hacen que veas a las personas como son y no como queremos que sean.
Doy gracias por haber tenido inolvidables conversaciones no sólo con personas que lo tienen como un don, sino con otras que lo han sabido adaptar a su vida como un buen hábito.
Espero que sigas teniendo grandes conversaciones con la gente que te rodea.
¿Lo mejor de una conversación? cuando cierras los ojos y al pensar en ella una sonrisa conquista tu cara sin que puedas evitarlo. Y miles de palabras se agolpan en tu cabeza sin recordar exactamente como se unían entre sí. Recuerdas las sensaciones que te dejaron y te sientes muy bien.
Entonces puedes estar seguro de que ha sido buena, quizá perfecta.
Lo dicho en esas conversaciones es sincero irremediablemente, y sale por pura necesidad, porque te apetece, porque te da rabia ser desconocido y quieres que ese interlocutor, justo ese, llene vacíos.
Dos personas no hablan si una no quiere o no sabe. Es imprescindible que ambos interlocutores sepan decir y escuchar. Seguro que eres el interlocutor perfecto para tener muchas más conversaciones perfectas. Las llenas de momentos especiales y la otra parte estará deseando repetir.
Yo soy un odioso interlocutor, además tiendo a interrumpir a los demás mientras conversan, ya sea porque no me interesa de lo que están hablando o simplemente por la razón más importante que puede haber en este mundo y es que tengo ganas de comunicar algo. Para los que no tengáis experiencia en esto, os voy a dar mi secreto, que no puede ser otro que mi mítica frase:
Hablando de todo un poco, aquí empieza lo que quiero contar.
En ocasiones hasta cuento cosas interesantes, pero lo que es seguro es que casi siempre se ríen conmigo o de mí, pero lo llevo muy bien.
Guli, tú siempre cuentas cosas interesantes.
Gracias, anónimo. Pero me gusta que se firmen los comentarios, y más si dicen esas cosas...
Anónimo = Bell2
Es que antes no sabía que poner pero la nueva estrella de la radio me ha dado la clave.
Gracias caballero, no hay mejor firma para intervenir en este Blog.
Dichosos los ojos -esta expresión, si se dice muy rápido, puede conseguir que uno pase por ucranio, e incluso por ucraniano-. He de felicitarle por el dibujo de su artículo, así como por el intenso diálogo que ambas figuras mantienen. Me ha conmovido. Para ser exactos, me ha conmovido un poco a la izquierda. Mucho mejor ahora. Dónde va a parar. Me pregunto qué son... Ah, una serendipia me muestra de nuevo el camino. Me pregunto qué son, y al hacerlo, hallo la respuesta en la propia pregunta. ¿Qué son?. ¿Quesón? ¿Quesones? Es probable, aunque la sola idea de dos quesos a los que les falta una cuña subidos a dos pedestales charlando me pone los pelos de punta.
No me gustaría terminar mi intervención sin señalar el detalle de que el Sr. M€ ha dibujado un horizonte, logrando así una sensación de profundidad. Tal vez sea metafórico y se refiera a la conversación que los quesos mantienen. Pero es posible que lo que ocurra sea exactamente lo contrario: tal vez sea metafórico y se refiera a la conversación que los quesos mantienen. Un momento. Aquí ha pasado algo, pero no sé muy bien qué. Sé que algo está mal, pero no acabo de percatarme del error. Ah... Lo tengo. En lugar de "contrario" quería decir "cantábrico".
En fin, tengan Vds. un día fértil y pacífico. Creo que es todo lo que uno puede desear.
P.D: Tanto va el cantábrico a la fuente, que al final se rompe.
Fíjese, Eleanor (bienvenido de nuevo, es un placer tenerle ootra vez por aquí), en lo metafórico de la conversación que mantienen los dos quesos (sí, son quesos porque están como tales). Dicen lo mismo, pero en distinto tamaño y en distinta tipografía. Curioso, ¿verdad?
También hago hincapié (ya está) en que esa línea horizontal es un horizonte. Si fuese vertical sería el verticolte.
Me alegro de que se haya percatado de la belleza y profundidad de mi dibujo.
Sin más, me despido.
¡Y yo le vuelvo a contratar!
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