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Virada Cultural. Sao Paulo. Ya dije que el centro de la ciudad era un lugar poco recomendable... salvo cuando se celebra la Virada Cultural. Ese fin de semana, Sao Paulo abre sus puertas y el centro histórico se convierte, más o menos, en un parque temático de ocio. Dicen que es la mejor ocasión para visitarlo porque hay policía y los pobres y los ricos olvidan sus diferencias económicas, vitales y morales para unirse en esa celebración.IP y yo sólo estuvimos el domingo, desde las 11 de la mañana hasta las 7 de la tarde, más o menos. Nos recorrimos todas las calles mientras los edificios nos resguardaban y nos recordaban que, a pesar de todo, seguíamos inmersos en una ciudad capital. Las aceras mostraban los recuerdos del sábado, un día que, por lo visto, había sido muy largo. Restos de cervezas, botellas, papeles, cigarros, personas... todo adornaba nuestro paso algo impresionado por el espectáculo. De esta manera vivimos nuestra particular Virada:
Llegamos a la plaza de la República. Gente. Mucha gente. Avanzamos entre ellos. Llegamos a un parque impulsados por un concierto. Es rock. Cientos de personas abarrotan el parque. Todos conocen las canciones. Parecen muy conocidas. Nosotros no las conocemos. Nos abrimos paso entre la gente y nos vamos. Salimos del parque. Atravesamos calles. Otro concierto. Música hip hop. Nos miramos. Saltamos. Nos reímos por nada, pero de todo. De la situación. Viramos hacia otro lado. Paseamos. Los edificios nos saludan a nuestro paso. "Para, una foto". Cruzamos un puente. "Sao Paulo es demasiado grande". Nos tiramos en un cesped. Unos hombres de negro susurran cosas. Un hombre de negro susurra a una estatua.
Hombres de negro susurrantes
Un hombre de negro susurra a IP. Yo no lo veo, estoy borrando fotos. Baños públicos. Olor intenso. Restos de pis. Viramos. La Facultad de Derecho está invadida por un dj. Gente pasada. "Una caipirinha, por favor". Un niño baila con un pasado. "Estos padres...". Foto. Foto. La Catedral. Hay misa, pero sacamos más fotos. Nos sentamos. Estamos rodeados de mendigos. "Claro que tengo un cigarro, toma". Comemos. Más música. Paramos. Saltamos. IP baila. Yo no. Estamos rodeados. De edificios y de gente. Nos vamos. Comemos. Nos sentamos. En una pantalla un viejo toca con su grupo de viejos. Conocemos a unas brasileñas. "Qué lindo. Dadme vuestro móvil y os llamo". Nos despedimos. Adiós, Virada.
La facultad de Derecho ultrajada...
Últimos dos días. El lunes fui (yo solo, como un machote) hasta la Universidad. Recogí a IP y visitamos el parque de Ibirapuera, una especie de Retiro a lo grande. Y eso que nos habíamos comido un chaparrón una hora antes, pero la tregua del cielo nos sirvió para poder pasear por una ínfima parte del parque. El día no dio para mucho más. ¿Por qué? Pues porque, además de anochecer a las 5 de la tarde, no encontramos el Banespa, una de las torres más altas de Sao Paulo. ¿Qué hicimos? Dejarlo para el día siguiente...
Así es. El martes, mi último día en Sao Paulo, mi despedida de Brasil, lo coronamos desde lo alto de la ciudad. Desde la torre Banespa te das cuenta de la inmensidad de la ciudad. Kilómetros de tierra cubierta por asfalto, edificios y el desorden y el caos que parece reinar allí. "¿Cómo puedo estar viviendo en esta ciudad?". Después, visitamos el estadio de Pacaembú, del Corinthians, donde dos días antes se habían proclamado campeones del campeonato paulista ante el Santos. En cuanto el vigilante nos echó de allí, comenzó la cuenta atrás.
En la torre Banespa Celebrando algo en Pacaembu
Despedida y cierre. El tiempo jugó su papel (como siempre) y tocó viaje de vuelta. Entre el autobús y el metro se quedaron escondidas las fotos de diez días que duraron menos de lo que hubiésemos esperado. Las horas se convirtieron en una cuerda que ató cada una de las imágenes a nuestras sombras y se quedaron a dormir allí, en (I)Sao Paulo.
Brasil duró diez días. Sólo diez días. Pero merecieron la pena.
Hasta siempre, Brasil, hasta siempre, IP...
P.D: ¡Gracias, IP!
7 comentarios:
Viajaste con I.P. ¿te cantaría la de marinero de luces no?
Yo siempre he sido muy fan de la Pantoja.
La Pantoja - Marinero de Luces
Yo es que soy muy de folklóricas. Ese bigote, esa patilla, esas lorzas... ay, omá.
Conocemos a unas brasileñas. "Qué lindo. Dadme vuestro móvil y os llamo"
Es parte me intriga amigo M€, estará en el post "Brasil IV las cosas incontables"?
Espero que así sea o...
Las brasileñas en cuestión tenían un buen ciego encima, eran homoheterobisexuales (creo), una tenía un aro que le colgaba de la nariz (esa era la que me tocaba a mí en un supuesto affaire, me parece) y la otra era una rubia gorda que pretendía a la señorita Pérez Del Puerto (o eso parecía). Vamos, que mejor no contar nada más sobre ellas y dejarlo como una mera anécdota resumida en estas palabras que tú mencionas.
Pero bueno, y ahora te dedicas a ir por ahí mandando a hacer mis necesidades en los blogs de otros... que yo no me he metido contigo, sólo con un tal Antonio Vega que no tengo aún muy claro quién era...
No te he mandado a hacer tus necesidades, sólo te he recomendado que aflojes determinadas partes de tu cuerpo, porque las apreturas, sobre todo las del alma y el espíritu, son peligrosas.
Siempre vuestro, Saúl.
FIN. No, FIN no. CONTINUARÀ... Un CONTINUARÁ de esos de peli o serie de televisión, que te tranquilizan sabiendo que aún queda màs por contar y por saber. Que la historia no acaba así y que los personajes aún tienen guiones que interpretar.
Hay cosas que sabes que, aunque acaben,te acompañaran durante mucho tiempo y te dejarán sensaciones que puede que no desaparezcan nunca.
Te das cuenta mientras están sucediendo, aunque no eres capaz de apreciarlo bien, y cuando han acabado es imposible pensarlas en pasado, utilizas el presente para pensar en futuro.
A veces agobia, porque no sabes qué supondrá en tu vida, pero es la clave para saber cuando algo es importante y mereció, merece y merecerá la pena.
Ahora tengo una más de estas sensaciones conmigo.
Gracias por la visita, MP. Y por contarlo.
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