La Felicidad Ah Ah Ah Ah

La felicidad, ese término tan repetido por todos. Un día, en una comida cualquiera, mis padres me preguntaron que qué quería ser de mayor. Yo, ingenuo, les dije que mayor; sonreí y les afirmé que quería ser feliz. Pero ¿qué significaba se feliz? Y llevo preguntándomelo durante varios años.

Hay mucha gente que es feliz con el tiempo libre. Tener tiempo para su ocio es tener la felicidad en sus manos. La agarran y no la sueltan hasta que se despiden de ella definitivamente, cuando sus vidas no dan para más (si son famosos, pasan a la regla de las tres muertes de famosos).

Otras disfrutan con su trabajo. Su tiempo de ocio es limitado, pero el trabajo que han elegido les compensa para ser lo suficientemente felices para no pensar en ello. A lo mejor llegan a las mil a casa, no conocen a sus hijos e ignoran a su mujer, pero la felicidad está en ellos siempre.

Otros, en cambio, nunca conocerán la felicidad. Se pasan el día lamentándose por el ayer, por lo que no pudo ser, por lo que no fue y nunca será. Sus vidas se tiñen de colores grises y aceptan su destino fatal sin luchar. Mueren antes de alcanzar la orilla después de nadar entre corrientes y mares inexpugnables. Su felicidad se basa en la idea de que nunca la alcanzarán, y así sobreviven al tiempo.

Hay algunos que temen a la felicidad, por eso luchan contra ella. Se agarran al ego, al yo y al superyo para librarse de responsabilidades que no son capaces de asumir. No afrontan los riesgos que toda vida supone y prefieren esconderse entre las sombras para que la luz no le dé directamente en los ojos y no quedarse ciegos. Una cegatura que, a lo mejor, les hacen perder años de eso que otros, no ellos, llaman felicidad. El “y si...” se desvanece como la niebla entre las rocas... lástima.

Luego están los que piensan que el amor es la verdadera felicidad. Si no hay amor no puedes hablar de ser feliz. Rompen diques que soportan los mares y los sobrepasan con sus andares. Si los superan, a lo mejor se sienten felices, pero si no los derriban, caen fulminados en el asfalto de la ciudad más triste, la de la soledad.

Al contrario, hay algunos que confunden el amor con otras cosas. “Estoy enamorado”, dicen sin pensar en las consecuencias. Se arrodillan ante el engaño y son incapaces de ver más allá. Su felicidad se termina cuando ese supuesto amor no se convierte en nada real. Sólo son sensaciones desconocidas que se parecen a lo que piensan que es el amor, nada más. Eso sí, la visión en blanco y negro de una irrealidad les lleva a contradecirse y a actuar como quinceañeros en plena pubertad.

Algunos creen que la felicidad no existe en el presente, sólo en el pasado, en lo que ya vivieron y nunca podrán recuperar. Se lamentan de tiempos pasados que siempre fueron mejores y no son capaces de aprovechar el presente, ese término tan desvalido para ellos y que no tiene un reflejo en nuestra realidad. Todo lo que pasó es pasado, lo que pasará es futuro y lo que pasa no vale, porque ya pasó...

Hay algunos que para ser feliz quieren un camión, o una escoba para barrer, o un coche deportivo que corra mucho y que haga ruido de motor malote, o tener mucho dinero, o tener un millón amigos, o salir en programas del corazón, o estar en la yet set, o viajar a Ibiza a pagar 50 euros en una discoteca, o probar todas las drogas que hay, o vivir intensamente, o morir joven, o llegar a viejo, o tener muchos hijos, o tener un piso en propiedad, o la mejor moto del mercado, o viajar 500 kilómetros par comer un buen cochinillo, o perderse en una selva, o trabajar para una ONG, o ganar una medalla de oro en las olimpiadas, o ser el mejor en su profesión, o tener bigote...

Yo me niego a rendirme a estas posibilidades. Prefiero pensar que la felicidad está dentro de tu casa, detrás de una cortina esperando a que entres en el salón para decirte: “Sorpresa” y regalarte una tarta con una stripper dentro de ella. Prefiero pensar que la seguridad en las cosas en las que crees te lleva a la felicidad, y que si haces las cosas bien hechas (qué mal nos ha hecho la religión...) lograrás vencer al tedio y a las malas sensaciones y recrearte de por vida en eso que tú llamas felicidad.

Felicidad, es un kinder sorpresa naironanairo, la felicidad...

Razones Para Volver

Ya, ya. Ya lo sé. Sé que hace mucho que no escribo nada aquí, pero ya sabes cómo son estas cosas. Que si el verano, que si el calor, que ahora nadie se dedica a visitar los blogs porque estamos en vacaciones... bueno, lo de siempre. Pero yo tengo disculpa, en serio. Tengo dos:

La primera es que ahora éste es mi trabajo. Lo de los blogs, digo. Escribo en tres temáticos (Real Madrid, viajes y cine) y llevo la coordinación de una red de blogs... y claro, en casa del herrero... patada en los cojones (Es así, ¿no?). Es como un tío que está todo el día viendo a gente enferma. Un médico, eso, sí. Pues eso, un médico llega a su casa y si su hijo está enfermo dirá: "Coño, que te cure tu padre. Ah, bueno, pues que te cure un amigo de tu padre".

Y eso, así estoy. Todo el día o escribiendo, o revisando textos, o colgándolos, u organizando quién tiene que hacer qué... y así no se puede. Más que nada porque el tiempo libre que me queda prefiero aprovecharlo para morirme de calor en Madrid, que siempre es divertido. Ah, y eso no es lo peor. Es que en dos días, mi horario pasará de 9 a 14 a ser de 9 a 18. Ahí va a ser peor, porque yo sin siesta soy menos hombre de lo que soy habitualmente.

La segunda excusa (mucho mejor, por cierto) es que el otro día me vino a visitar la Muerte.Sí, hombre, la Muerte. Claro que la conoces. Es un esqueleto que va tapado con una casaca negra con capucha. Y con un chisme de cortar el cesped en la mano. Ay, pero ¿cómo que no caes? Bueno, da igual. Digamos que es como si viene a verte Tamara Falcó vestida de repartidora de pizzas a tu casa, que te lo crees después de un rato. O sea, que sí, que piensas que puede ser, pero que hasta que no te enseña el DNI no te quedas tranquilo.


Pues la muerte igual. Estaba el otro día en mi habitación (no sé, debían ser las once y media, más o menos) recogiendo un poco la ropa que tenía acumulada en la silla para acostarme pronto y apaerció. Pero no por la puerta. La tía apareció ahí, sin más. La verdad es que me asusté.


Muerte: Soy la muerte.


Mauro: ¿No deberías decirme que eres La Muerte? No sé, con minúscula podrías ser cualquiera (uno que es así de respondón).


Muerte:
No me toques ese tema que tengo un mal rollo con la parienta por eso... ejem, a lo que iba. Soy La Muerte.


Mauro: ¿Ves? Mucho mejor, tío.


Muerte: Mira, imbécil. Te puedo llamar imbécil, ¿no?


Mauro: Claro, claro. Es lo que me suele llamar la gente. Bueno, guapo no estaría mal...


Muerte: Vale, imbécil. Mira, que ha llegado a mis oídos...


Mauro: Perdona, pero tú no tienes oídos...


Muerte: Joder, qué tiquismiquis... es una forma de hablar.


Mauro: Ah, has dicho joder. Qué decepción.


Muerte: ¡¡¡CÁLLATE!!! (esto, acompañado por varios rayos, acojona un rato) Te decía que ha llegado a mis oídos que vas diciendo por ahí que me tienes calada. Que si mueren tres famosos en un breve espacio de tiempo, que si soy previsible, que si huelo a Pachuli... Me estás tocando las narices...


Mauro: Pero si no tienes nar...


Muerte: Ahórrate la tontería, imbécil. Te dejo una cosa muy clara, amiguito. Soy impredecible, soy como Boris Izaguirre, que nunca sabes si va a salir en plan intelectual o en plan "Soy supermarica y me bajo los pantalones". Esa teoría tuya es una mierda. Y una falacia. Y una farsa. Y la gente... ay, la gente, que te sigue, que te jalea, que te dice "sí, es cierto". ¡¡Pues no!!


Mauro: A ver, Muerte. No te lo tomes así de mal. A lo mejor lo que digo no es verdad, pero me parece que a veces es demasiada casualidad, ¿no?


Muerte: Mira, las casualidades, y tú deberías de saberlo, existen. Pero son eso, casualidades. Y en este caso estás dando sólo una parte de la realidad. Maldita sea, si nunca te acuerdas del tercero en discordia. Siempre dices: "Murió fulano, mengano y... bueno, un tercero que no me acuerdo". Se nota que has aprovechado bien tus estudios periodísticos, don cuentolarealidadquemedalagana...


Mauro: Vale, perdona. Mira, para resarcirme escribiré esto en el blog para que todo el mundo sepa lo mala, mortífera y poco predecible que es la muerte, ¿vale?


Muerte: Vale. Ah, por cierto, le gustas a mi hermana.


Y se fue. Desapareció tal y como había llegado. Sin más. Me dejó en paños menores y un billete de cinco euros en la mesilla de noche. Cuando se iba entendí algo de no sé qué puta que era... bueno, el caso es que escribo esto aquí para que lo sepáis. La muerte no tiene un plan. Es puro azar, casualidad... vamos, una chapuza.


Cosas.
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