Los 3 Mosqueterros

No lo he podido resistir. Ayudado por la fiebre youtubera de mis compañeros, me he visto a publicar este. Su historia es bonita: El año pasado, en marzo o abril, no recuerdo bien la fecha, representamos una bella obra de teatro llamada "Los Tres Mosqueteros", dirigida y escrita por Gonzaga y en la que actuamos Gonzaga, Dani y yo, entre otros. Para hacer todo más profesional, el grupo de teatro de Wayne Cerdenko, nuestro mecenas, se movió para darse a conocer a las gentes santiaguesas y a nuestras familias. Entre esas actividades destacaron la entrevista en la radio, la aparición de unos cuantos del grupo en el Correo Gallego y el paseo hasta el parque de Bonabal vestidos con los trajes de la obra para hacer allí un corto a modo de trailer sobre la obra.

El trailer se emitió con problemas de sonido el día de la obra y por eso nos quedamos todos un poco chafados (yo lloré). Sé que algunos de los que leeis esto ya lo habeis visto, pero quiero dejar esta pieza aquí colgada (que también lo está en Youtube) para la posteridad.

Si quereis saber algo sobre la obra, Lord C. nos deleitó con una crítica en su blog que resulta bastate fiable para hacerse una idea de la obra y tal y cual.

Está montado por Javi Juega, que es la voz en off del trailer. Espero que os guste y que vayais a ver la peli cuando salga en los cines de toda Soria.


Las Prespetutas Y La Prispitación

Si, amigos. Todos habeis acudido a la tonterida de colgar un video (he de reconocer que bastante buenos todos) y yo no voy a ser menos que vosotros, ja. Me he decidido por el de Xosé Touxeiro Díaz, que non era millonario pero algúns cartos tiña, por eso de que andubimos a falar de él la noche que vino siendo la anterior a la del 24, uséase, Nochebuena.

Pocos o ningún comentario se pueden hacer al respeto:


Las Canciones De Nuestra Vida

Hay canciones que nos marcan. Escuchar su melodía y erizarse la piel es todo uno. Dicen que el olfato es el sentido más evocador. No sé si os ha pasado alguna vez que vas tranquilamente por la calle y un olor penetra por tus fosas nasales, un olor ya conocido y que te transporta a otro tiempo, a otra época de tu vida. Allí estás tú, delante de la profesora que olía así cuando tenías cinco años, o tirado en el salón de la casa de tus abuelos viendo el Xabarín en la tele. Luego ese olor pasa, vuelves a la realidad y sigues con tu vida en el presente (esperando que aparezca Doc y te diga: "Rápido Martin, tenemos que volver a 1985").

La última vez que recuerdo esa sensación de volver al pasado gracias a un olor fue hace unos dos años, en mi última visita al Rosalía. Iba mentalizado para ver el colegio totalmente cambiado. Para ver a niños desconocidos corriendo por los pasillos por los que corríamos nosotros, borrando nuestras huellas y haciendo que cada rincón de ese maldito edificio rojizo se olvidase de nuestras generaciones.

Me planté delante de esa puerta de cristal que separaba la zona de las escaleras (la zona de los guays, donde fumaban sus pitillitos y trasladaban los problemas de "Compañeros" y "Al salir de clase" a sus insulsas y demasiado cotidianas vidas) del hall del cole. Eso de hall suena chungo. Subí los escalones que me separaban de la entrada y abrí la puerta con decisión y temor. Ya dentro, avancé dos pasos y me paré. Más bien algo me paró. Un olor (fragancia o aroma o lo que sea) me rodeó con fuerza y se introdujo por todos los orificios de mi cuerpo (por el culo también, Guli, y no, no me gustó), llevándome a otro mundo, un universo paralelo. El pasillo se llenó de caras conocidas, de niñas oliendo a Nenuco y niños pegandose balonazos unos a otros. Algunos llevaban el mandilón de cuadros azules (había algunos y algunas atrevidas que lo tenían verde) como si fuese su capa, con sólo el primer botón abrochado. Dora, con sus enormes y casi delictivos melones(así los llamábamos, y es que creo que aquellas cosas no tenían otro nombre posible), llegaba imponiendo la autoridad que no tenía y los mandaba a jugar al patio: "Fuera, a jugar fuera". Nunca entendí la manía esa de no poder estar en los pasillos en los recreos. De la cafetería salían también un chico y una chica diciendo: "Tío, a mí Isa siempre me fía". Otros pegaban en una esquina a algún fulaniño de su clase con unos papeles enrrollados excusándose en un supuesto juego del verano(o del invierno, o del otoño, o de la vida), algo que ahora sería denunciable. Amparo tenía arrinconado a algún pardillo ya mayorcito y le pedía que cuidase de los niños pequeños de su autobús, y que si veía a alguien pegando a uno de los pequeños se chivase. El pobre acusica contestaba que lo haría, aunque por dentro estuviese cagándose en Amparo por hacerle perder el recreo. De la clase de plástica salía un humo negro de Ducados y se intuía la figura pequeña y rechoncha de Elvira, que gritaba a alguien por hacer algo que ella había manadado hacer.

Ese olor me acompañó durante el resto de la visita, y esas imágenes que me acercaban casi a la esquizofrenia también.

Pero el oído también tiene un poder evocador enorme. Y fue hoy cuando me ha trasladado a otra época. Escuché una canción mítica del Frente Atlético, esa de "Vamos dale Atleti..." y recordéque yo conocía otra versión. De nuevo me trasladé a otro mundo paralelo(y para lelos...como soy, que gracejo tengo). En este caso me encontré en el patio cubierto del colegio. Llovía y reinaba el olor a cemento húmedo que nos acompañaba en los días lluviosos de partido los sábados por la mañana. Todos los del equipo del colegio y los de un año más corríamos por ese circuito imaginario delimitado por la canasta de baloncesto y las columnas de color rojo claro y rojo oscuro. Javier Grande, alias Estepi, inefable entrenador del equipo, nos controlaba con la mirada y de brazos cruzados. Supongo que algunos recordareis a Estepi; para los que no sepais quién es resumiré su personalidad con unos breves trazos:

-Entrenaba al equipo porque ganó una apuesta a Taboada(el capo de la Asociación Deportiva del colegio) que consistía en ligarse a dos tías en un bar. Por lo menos eso es lo que se cuenta.
-Le gustaba beber. Por lo menos eso es lo que se decía.
-Le gustaba la disciplina y lo entrenamientos duros. Por lo menos eso era lo que nos quería hacer creer.
-Sus entrenamientos consistían en lo siguiente: formabamos una fila en una línea de fondo del campo y él se ponía en el medio campo. Luego, la mecánica del ejercicio era sencilla: tú le pasabas el balón, el te lo devolvía y tú, llegando desde el quinto carallo, rematabas, casi sin fuerzas, a la portería. La realidad era diferente: tú le pasabas el balón, el te lo mandaba a Parla (literalmente) y, si te quejabas, tú tenías la culpa, bien por no poder volar ni trasladarte a la velocidad de la luz para alcanzar el balón, bien por pretender que el que te va a enseñar algo sobre el fútbol sepa lo mínimo, siendo esto tocar el balón de una manera decente. Este ejercicio tan guay lo conocíamos como "Correr la banda".
-Una de sus frases era: "Teneis que meter el balón entre los CUATRO palos". Si alguien le decía: "pero si son TRES", él contestaba: "Si nos ponemos así, pos son DIEZ" (No recuerdo la cifra exacta que dio en su contestación).

Con estos antecedentes, Carlitos y Pi versionaron la canción del Frente Atlético modificando la letra en honor a Estepi (bautizado así en homenaje a Dragoslav Stepanovic, rígido entrenador del Athletic de Bilbao en la temporada 95, creo, que se caracterizaba por su dureza. Por cierto, lo echaron o se fue antes de acabar la temporada), quedando así la canción:

"Vamos, dale Estepi,
te sigo por los bares, yo te quiero,
vamos a pillar todos un buen ciego
y luego vamos al entrenamiento (entrenamiento).
Y eso que dice Taboada,
que si correr la banda no vale de nada,
yo no le hago caso, voy a todos lados,
lo único que sé es que Grande es un borracho (un borracho).
Lalala lalala lalalalalalala lalalala..."

Al finalizar la canción regresé a la cruda realidad, pero lo hice con una sonrisa. Que tiempos aquellos...aaaaayyyyyyy.

Venga. Dejadme en paz que quiero dormir.


Un día soleado en el Rosalía, un día perfecto para correr la banda

Los Contenedores De La Discordia


No me gusta generalizar. Dicen que los gallegos respondemos con otra pregunta y que somos desconfiados, que los catalanes son agarrados, los vascos exagerados, los madrileños chulos y los andaluces graciosos y vagos. Pero a mí no me gusta generalizar. Dicen, también, que los españoles somos unos fiesteros, los alemanes fríos, los franceses refinados, los portugueses paletos, los árabes terroristas y los americanos patrióticos. Repito: a mí no me gusta generalizar. Y como no me gusta generalizar, no diré que todos los viejos de Madrid son unos locos pesados que no tienen otra cosa que hacer que tocar las narices a las buenas gentes que ocupamos su ciudad…pero hay alguno que es así.

Todo esto viene por un “altercado basuril” que ocurrió en mi calle. Mi calle es pequeña, bastante estrecha y sin mucha luz. Tiene coches aparcados a ambos lados de la carretera y dos tramos de acera; la que está enfrente de mi edificio no tiene ninguna particularidad, pero sobre la que se levanta el pequeño bloque donde vivo no llega hasta el final de la calle, y es sustituída por un camino de tierra que se convierte en barro cuando llueve y, lo que es peor, está llena de mierda de perro. Algunos de esos zurullos(perdón por la expresión, pero es que no son caquitas ni tonterías así) parecen propios de un tigre, o de un elefante, o de un perro que mide cómo un elefante. Con este panorama podría entender que los vecinos me increpasen si me viesen ponerme a defecar tranquilamente cual cánido sin retrete y luego no sacase una bolsa de plástico para recoger mis pertenencias.

Lo malo es que algún vecino parece molesto porque se eche la basura en un contenedor que no sea el tuyo.

La historia comienza el domingo pasado. Teniendo casi finalizado un absurdo trabajo que tenía que entregar el lunes, decidí tomarme un descanso. Quedé con la última persona ex-rosaliana que me faltaba por ver en Madrid (de las que conozco), Rocío, y su novio, Álvaro. Cuando me dispongo a salir de casa, Chisco, mi compañero de piso, me pidió que bajase la basura y que, como aún no eran las ocho (hora a la que sacan los contenedores a la calle), echase las bolsas en unos contenedores que había enfrente.

Así que ahí fui yo, armado con mis bolsas de despojos alimenticios y mi mp3 (el mp3 era para escuchar música, no para tirarlo). Desde mi acera (la que termina en arenilla con caca) pude ver dos contenedores que se levantaban majestuosos entre dos coches viejos y mal aparcados. Me acerqué a ellos, abrí sus tapas y eché dos bolsas dentro (una de plásticos y nosequé y otra de restos de comida y cosas por el estilo). Cuando estaba investigando qué había en la tercera bolsa para saber dónde tirarla, un viejo sacó la cabeza de uno de los coches y me dijo algo. No le entendí. Antes, desde mi acera, pude ver como el viejo en cuestión jugaba con las luces de su coche, como el del anuncio de un coche (¿Logan?): “Largas, cortas, largas, cortas”.

A continuación os reproduzco lo más fielmente posible la conversación que tuvimos:
Mauro: ¿Qué dice?
Viejo: ¿De qué edificio eres?
M: Del de enfrente, del número 7, ¿por?
V: Es que no puedes tirar aquí la basura. Tienes que echarla en los contenedores que pongan tu número, y no donde te dé la gana. Luego los de este edificio tienen que dejar la basura por el suelo porque sus contenedores están llenos.
M: (Pensativo) Mmmmmm…ya.

El viejo me mira desafiante; puedo ver la llama del odio en sus ojos.

V: Estos contenedores son para los de este edificio.
M: Es cierto, tiene razón, no me había dado cuenta.
V: Sácalos de ahí.
M: (Estupefacto, pero manteniendo la compostura y la educación) ¿Cómo?
V: Que recojas las bolsas.
M: NO pienso recoger ninguna bolsa. Ya le he dicho que tiene razón, que no me había dado cuenta del grave perjuicio que estaba causando a esta nuestra comunidad, pero no pienso sacar de ahí las bolsas.
V: Pues bla bla bla bla…

Mientras el señor decía sus cosas mi ira fue en aumento. Aún tenía en la mano una bolsa de basura que no había tirado. Me acerqué a la ventanilla y le vacié la bolsa dentro de su coche.

M: Ya está, ya tiene qué hacer esta tarde en lugar de molestar a la juventud. Ordéneme los restos por orden alfabético y haga una lista de los productos que consumimos en mi casa.

Vale. Es mentira. Era para darle un final heroico a la par que desagradable.

Realmente pasó esto:

V: Pues bla bla bla bla…

Yo me giré jurando en arameo (realmente fue en gallego, dije algo así como:”Vaia ó carallo, señor”) y dejé la bolsa en la puerta de mi portal, esperando que algún alma cándida la echase en su correcto contenedor cuando este estuviese a nuestra disposición.

Escapé como un cobarde, me puse mi mp3 y sólo pude escuchar a lo lejos unos bocinazos, que no sé si serían para mí.

No me gusta generalizar, por eso diré que hay algunos viejos que son insoportables.

Nada más. Os quiero. Besos.
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