Los principales miedos del hombre son, según los especialistas, el miedo a la muerte y el miedo a la locura. Desde que el hombre es hombre (y la mujer, mujer), el miedo a la muerte ha llenado su existencia, sus pensamientos, sus reflexiones e, incluso, sus obras de arte. La locura es el otro miedo que atormenta a los humanoides desde tiempos ancestrales; la locura propia (más que la locura ajena, que se despecha con un "cállate, loco", en plan M.A.) es algo que nos sitúa siempre al borde del abismo. Pensar que vas a perder el contacto con la realidad para entrar en un mundo irreal, estremece hasta el más hombre de los hombres. Yo, un macho con ciertos pelos en el pecho, tengo miedo a volverme completamente loco.
Este último año, he sentido que vivo en dos mundos diferentes, dos mundos totalmente enfrentados y separados que me sitúan en dos realidades distintas. Me parece que es un claro caso de esquizofrenia (no es grave, es light, no os preocupéis). Por un lado, llevo una vida feliz, en una ciudad grande en la que estudio una carrera que no sólo me gusta, sino que también es lo suficientemente fácil como para no absorberme esa misma vida. En ella soy un chico delgado, fuerte y con una melena rubia al que las mujeres desean y los hombres envidian; todo en esta vida es sencillo: no tengo más ataduras que las que me autoimpongo, y mi única preocupación es qué voy a comer al día siguiente, sin problemas de tipo personal, familiar o laboral que me resten un ápice de felicidad.
En la otra vida, soy un fulaniño gordito e inseguro que desprecia lo que hace, se desespera cuando tiene que entrar en materia en algún tema de lo que se supone su especialidad y en el que las preocupaciones se refieren a sus día a día; le preocupa su pasado, su presente y su futuro. Este chavalito vive angustiado por los límites que le marca el tiempo, por intentar relacionarse de la manera correcta con quien debe y no con quien quiere, por bajarse de vez en cuando los pantalones delante de los que tienen en su mano su futuro.
En la primera vida, en la vida de la ciudad grande, las ataduras que me autoimpongo, como dije antes, no son reales, sino simples invenciones: allí soy un hombre casado, con cuatro hijos y una mujer a los que debo mantener, por lo que debo esforzarme al máximo para sacar adelante las empresas que tengo en mente, si no quiero ver a mi familia durmiendo en un banco y bebiendo vino barato directamente de un brick escondido dentro de una bolsa de plástico. Es curioso, pero esa presión que tengo en esta vida me gusta; soy capaz de reducir mis horas de sueño, de perder tiempo de mi ocio, porque sé que la recompensa será obtener lo que busco o, por lo menos, llegar a ser la mejor versión de mí mismo. En la segunda estoy atrapado en un túnel sin salida. Todo es demasiado oscuro como para ver la luz al final. En esta vida soy soltero, no tengo responsabilidades tan serias, pero no soy ni la mitad de feliz. Es duro, amigos.
Hay veces, momentos de lucidez, en los que, como ahora, soy capaz de discernir las dos vidas; las puedo analizar, estudiar y observar, para sacar lo más provechoso en cada una y aplicarlo en la otra. El problema es cuando pierdo la cordura.
Todo empieza con un fuerte dolor de cabeza, los ojos se me enrojecen y empiezo a sentir un temblor en la pierna izquierda. A continuación, se me nubla la vista y me desvanezco. Cuando vuelvo a abrir los ojos no recuerdo quién era, y dedico un par de minutos a analizar la situación para identificar dónde y con quién estoy. En cuanto reconozco la vida en particular, me olvido de todo y juego el rol que me corresponde en la vida que me ha tocado vivir esta vez, sin recordar que en la otra soy más feliz o más triste, dependiendo de la vida que me haya tocado vivir.
Ahora mismo, dentro de mi poca lucidez, entiendo que estoy atrapado en la vida triste, pero estoy seguro de que, en unos cuantos días, volveré a sentir ese dolor de cabeza que me transporte a la vida de la gran ciudad. Por si acaso no os reconozco entoces, os saludo y me despido de todos, malditos bastardos.
P.D. Mira, blog, no me toques más las pelotas que estoy a puntito de romperte la carita.
Casualidades
Hace 1 año