Definiciones

Nos pasamos la vida atrapados entre definiciones, tratando de encontrar la palabra precisa (la sonrisa prefecta) para describir cada situación. Queremos determinar algo con un sustantivo, congelarlo en el tiempo para poder admirarlo cuando, por fin, le hemos dado un nombre. Nos gusta, también, calificar las cosas; corremos detrás de un adjetivo con el objetivo de atraparlo, meterlo en una bolsa y llevarlo hasta la punta de la lengua. Desde ahí, parte su vuelo hacia una situación, una sonrisa o un olvido (flagrante, por ejemplo).

Disfrutamos mucho poniendo verbos a cada acción que ejecutamos. Un movimiento conlleva una acción, y esa acción, un verbo. No esforzamos en constreñir un vuelo libre con ese verbo que nos tranquilice, que nos diga que eso que estamos haciendo existe, es real, tiene un reflejo en el diccionario.

Y es que el diccionario tiene dos caras. Una según la cual adopta la amabilidad de ayudarnos a descubrir qué es lo que hacemos, qué vemos, oímos o sentimos. Otra, más oscura, que nos ata a la realidad que nos marcan. Esta cara, la oscura, que se encuentra oculta como la de la luna, es una cadena que llevamos enganchada con grilletes a los pies. El diccionario no nos dejará volar, porque si buscamos la definición de volar, en ningún sitio aparecerá algo así como: "acción del hombre". El diccionario relacionará ese verbo con la realidad, es decir, con las aves (nunca con los pingüinos...pringaos), los aviones o los helicópteros.

El otro día me dijeron que no intentara definir siempre las cosas. "No lo definas", dijo. Me quedé en blanco. ¿Cómo no definir algo? ¿Cómo no hacer lo que, por naturaleza, siempre hago?

Pues utilicé el mismo blanco que me había conquistado al descolocarme para evitar las definiciones. Traté durante unos minutos de obviar las definiciones y enfrentarme a las cosas desnudas, en su naturaleza, como si nunca las hubiese visto y no me importase qué eran, qué significaban, qué decían. Ni colores, ni olores, ni sentimientos, ni movimientos. Las cosas se pasearon ante mí sin definirse.

Ahora trato de hacerlo, al menos, una vez al día. Vivir sin definir. Ya os contaré.

Diccionarios a todos (de sinónimos y antónimos, que son más divertidos)

Orgullo Y Prejuicio


Ya se han terminado los Juegos Olímpicos. "¡Por fin!", pensarán aquellos a los que las decenas de deportes les han trastocado las tardes del mes de agosto: que si ahora repiten el partido tal, que si ahora otra vez la carrera cual, el programa de resumenes del resumen... Yo no estoy ni feliz ni triste porque hayan acabado los Juegos. Estoy, hablando en términos quinielísticos, X.


Lo que sí me siento es orgulloso. Orgulloso de haber presenciado algunos momentos históricos para el deporte mundial, nacional, autonómico y local. Me explico: dentro de muchos años repetirán imágenes del amigo Phelps desencajando sus mandíbulas al tiempo que contrae las orejas como uno de los momentos de estos JJ.OO. Yo podré decir que estuve ahí... bueno, aquí. Y que lo vi. Y que el fulano ese era un ídolo en sus Estados Unidos natales (en todos, supongo). También alguna tele de megaplasma (o el materia que sea el que se lleve dentro de unas décadas) volverá a poner la carrera en la que Bolt, además de correr, se toma un café, se saca una foto con un niño, besa a una mujer y bate un récord del mundo. Yo también diré que estaba aquí, en mi habitación, cuando eso pasó. Y que lo vi.


Pero me siento más orgulloso de lo que se refiere a la actuación de 'los nuestros' (siempre he odiado esa expresión, sobre todo cuando alguien lo dice refiriéndose a su familia, como "me gusta estar con los míos". En el caso de la expresión que he utilizado ahora me da asco, pero no tanto). Sobre todo al equipo de baloncesto. Nunca madrugar un domingo me ha resultado tan fácil y placentero (salvo que ese domingo fuese 6 de enero y los Reyes Magos hubiesen dejado regalos). Disfruté tanto del partido que lo de ganar o perder me pareció lo de menos. Sólo ver la cara que tenían algunos de los americanos (afroamericanos, quiero decir) durante el partido, en plan "oye, que a lo mejor perdermos", me compensó lo de madrugar. La imagen del partido, para mí, la de Rudy machacando en la cara de Howard. De hecho, no podría jurarlo, pero creo que Rudy se cree que es negro y va tratando a la gente de 'hermano'; pero no de hermano de sangre, sino del hermano que usan los negros. La gente que es de la calle, como yo, seguro que lo entiende.


Y más centrado en lo local, me sentí aún más orgulloso de que un pailán de Cangas se convirtiera en uno de los deportistas más laureados de la historia de España en los JJ.OO. No hablan bien de Cal, pero eso es lo de menos. Me hubiese alegrado más si la medalla hubiese sido de oro, pero bueno. El que sí ha conseguido el oro es otro del sur de Galicia, Carlos Pérez, que además, como informa hoy no sé qué diario, está en la lista de los más guapos de la Olimpiada junto con Tamara Abalde (ay, omá).


Con la Eurocopa y los Juegos Olímpicos parece que se ha acabado la tontería que tenían encima muchos. Ser español ya no parece un prejuicio, y ahora los que antes se hacían los radicales estoy seguro de que festejaron los éxitos españoles en Austria y Suiza y en Pekín (me niego a lo de Beijing). Es que recuerdo llevar en séptimo de EGB (sí, soy de la generación buena) un jersey de la Copa América de Vela que llevaba una bandera de Estados Unidos y otra de España. No me lo había comprado por nada, de hecho es muy probable que me lo hubiese comprado mi madre, pero un listillo de clase me dijo que era un facha por llevar la bandera de España. Esto suponía varios problemas: él ni sabía lo que era ser facha, yo no entendía por qué lo era y, lo peor, había gente de más de 12 años que hubiese hecho el mismo comentario. Ay, lo que es la vida.


Venga, medallas para todos (de chocolate, de esas que se comen).


P.D: Para medallas, las de Mister T. Esas sí que estaban guays.

Adoro A Las Pijas De Mi Ciudad

Es cierto, adoro a las pijas de mi ciudad. Ya lo decía 'La Costa Brava' en su disco 'Llamadas perdidas'. Y aquí se cuentan por centenas, por unidades de millar, incluso, como en el Telecupón. Por eso nada mejor en esta época de vacanças (como diría el Capitán Mostaza) que dedicarles una oda, una poesía, una melodía acompañada de palabras en homenaje a esas mujeres.

Huelen bien, tienen una buena dentadura, salen con tíos grises y repeinados con caballos en sus pechos y conducen coches caros que golpean contra otros mucho peores a la hora de aparcar.

El año que viene me pido una para los Reyes.

Aquí dejo esto:


Versiones Del Friki

Palabra remanida, expresión agotadora, nombramiento insultante... Friki se ha ganado un hueco en nuestros corazones. Y es que la podemos utilizar para todo; seguramente ya se haya perdido el sentido inicial de la palabra, incluso el sentido totalmente despectivo y dedicado a aquellos que visten camisetas negras de grupos de heavy y disfrutan con el rol.

El fin de semana pasado (el sábado 26, concretamente) pasé gran parte de la tarde en el parque del templo de Deboh, en Madrid. Lo que parecía que sería una tarde sin sorpresas se transformó en un día dedicado a actividades frikis al aire libre. Unos, frikis de los originarios; otros, frikis a su manera.

Los primeros, los frikis originarios, ya estaban en Deboh cuando llegué. Me senté en el cesped y lo primero que vi fue a dos chicos que simulaban una batalla con dos espadas réplicas de 'La guerra de las galaxias'. Movían sus espadas láser alrededor de su mano e impactaban no muy fuerte sus espadas mientras acompañaban su lucha de movimientos que habían sacado de la película. Sentada, una chica (la novia de uno de ellos, como me mostró el beso/abrazo que se dieron en uno de los descansos de la batalla) les miraba atónita y seguía aquella danza con los ojos bien abiertos. Seguramente, ella, que vestía en plan 'Novia cadáver' (camiseta negra, pantalón vaquero corto y piel extra pálida), se imaginaba que su novio, el 'melenas', trataba de rescatarle de la Estrella de la Muerte, donde estaba atrapada por el malo de la peli (el 'gordito' en la vida real).

En uno de los descansos, el Melenas sacó su móvil y mantuvo una conversación bastante corta. Colgó el teléfono y prosiguió con su danza. A los pocos minutos, aparecieron dos nuevos combatientes. Éstos eran más profesionales: uno con pantalones con estampado militar (eso dice mucho de una persona) y un guante negro en su mano derecha; otro, melenudo rubio, barba y lo mejor de todo, una espada doble, como la de Darth Mouth (es ese, ¿no?). Después de ellos llegaron más. Cuando el grupo era lo suficientemente grande, se sentaron en fila y dos de ellos luchaban y representaban sus coreografías. La cosa acabó con con un todos contra todos, mujeres nuevas incluídas, en el que se mezclaban guerras de espadas láser y llaves de kárate. Digno de ver.

Los segundos frikis, los de 'a su manera', aparecieron poco antes de irme. Eran parejas de recién casados que se fotografiaban, vestidos con sus atuendos, recién salidos de la Iglesia, para guardar los retratos para la posteridad. Poses de todo tipo: él tumbado en el césped, ella de pie, muy reinona; en el medio del templo, él más bajo que ella, que luce cara de travesti. Era digno de ver, también. ¿Por qué frikis? Pues supongo que los llamo así después de que la palabra haya perdido un significado único y cada uno lo aplique a lo que considere 'fuera de lugar'. Aquellas poses y las futuras imágenes desprendían un hedor a feria barata, a matrimonio de conveniencia, a encargo familiar. No daban sensación de ser fotografías reales, ni siquiera del momento más feliz de sus vidas. Parecían grabaciones mentales del terror a lo que se avecinaba, a la post boda, a la nueva vida en la que él ya no sería el mismo macho y ella no volvería a ser feliz. Me dieron bastante mal rollo.

Si tengo que elegir, me quedo con los primeros, que al menos hacían deporte al aire libre y decían 'NO' a las drogas. Gente sanota, carallo.

Venga, hasta otra y tal.
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