Enjuiciando El 11-M

Hace unos meses, a mediados del anterior cuatrimestre, nuestra profesora de filosofía política, la Palop, nos hizo en clase una oferta irrechazable: cubrir los juicios del atentado en Madrid del 11 de Marzo para la Asociación 11-M. Las únicas condiciones eran tomarselo en serio, dada la importancia del evento (suena un poco superficial llamar al juicio 'evento', pero los medios lo están convirtiendo en eso), y apuntarse en una lista. La razón de que la Asociación 11-M confiase la cobertura informativa del juicio a unos jovenzuelos sin experiencia profesional que están haciendo el segundo ciclo de periodismo fue la escasa neutralidad u objetividad con la que iban a cubrir los medios el asunto, ya que cada uno sigue una línea editorial que persigue más tener la razón que encontrarla, y todo esto con las víctimas en el medio de todo sin saber de dónde les vienen las collejas.

Así que me apunté a la lista, junto con otros compañeros, con el fin de ayudar de alguna manera a que los objetivos de la Asociación se consiguiesen y, de paso, para vivir una experiencia que seguramente sea inolvidable.

Antes de las vacaciones de Navidad, la misma profesora organizó una charla con Pilar Manjón, cabeza visible de la Asociación, y Eduardo Madina, víctima de ETA hace unos años, cuando una bomba le dejó sin una pierna. La charla-coloquio fue muy interesante y nos acercó a la figura de la víctima del terrorismo como algo más que un nombre o un número sin historia ni voz. Después de la charla nos fuimos a tomar un café y estuvimos hablando un rato con Pilar a cerca de nuestro papel como cronistas de los juicios. Asistiríamos los días de juicio en parejas y realizaríamos crónicas semanales de lo que allí aconteciese. La verdad es que el recuerdo que tenía de Pilar Manjón era el de aquella señora vestida de negro que había leído un texto en la Comisión de Investigación del 11 de marzo; al ver aquellas imágenes, era fácil pensar que se convertiría en el centro de todos los ataques de la derecha y de Jiménez Losantos...y así fue.

Al margen de la figura de Pilar Manjón, de la polémica entre partidos sobre el quién, el qué, el porqué o el cómo del atentado, algo que considero demasiado importante y serio como para exponer en un post, me quedo con la experiencia que ayer viví con dos compañeras de clase en la Casa de Campo, lugar donde se celebra el juicio.

Ayer estuve allí, in situ, pude ver y escuchar como "El Egipcio" negaba que la voz de las grabaciones fuera la suya, y todo lo que pudisteis oir o ver ayer en las noticias. De hecho me voy a hacer una camiseta que ponga "No estuve en el desembarco de Normandía, pero estuve en el Ureca-Rosalía y en el Juicio del 11-M".

No contaré nada más, por respeto y porque es altamente confidencial; sólo aquellos que saben leer pueden entrerarse de lo que pasa en ese juicio...y no hay muchos.

Me cansé de escribir. Os quiero.

Un Guapo Caballero

¿Recordáis aquella época en la que el Príncipe Azul os recogía en su caballo y os llevaba a un paraíso a vivir una mejor vida? Yo sí. Era rubio, moderno, lucía su torso sin vergüenza porque sus músculos bien formados parecían una pared infranqueable y su caballerosidad estaba por encima de cualquier duda (“a sus pies, mi dama”, “usted primero, bella”, “un pompis delicioso”…). Él, ese caballero andante, tenía nombre y apellidos: David Beckham.


Hace muchos años, muchos muchos años, vivía en Manchester un caballero de rubio cabello que era el orgullo de su ciudad y de su nación. Manchester es, según dicen, una ciudad fea. Industrial y oscura, con un clima que hace honor a su localización británica; pero también es, dicen, una ciudad que vive por y para el fútbol. El estadio de la ciudad, Old Trafford, es conocido como el Teatro de los Sueños…y eso en la cuna del fútbol, donde existen estadios como el del Liverpool que dicen que acojona sólo con ver la inscripción de “This is Anfield” que te encuentras en el túnel de vestuarios, justo al salir al campo. Pues ahí, en ese teatro, David Beckham se convirtió en el mejor actor, el que representa el papel del héroe protagonista, el que hace que pagues una entrada para ver como recita sus frases con una facilidad y un realismo asombrosos. Y eso que recogió el testigo del mejor jugador que ha pasado por las islas, por lo menos el más especial, en las últimas décadas, Eric Cantona. Heredó su número, el 7, he hizo que todo el mundo incluyese en el recuerdo de ese número mágico que llevó el francés durante una de las épocas doradas del Machester United al rubito inglés.


Después, tras el Mundial de Francia de 1998, después de revolverse contra una entrada de Simeone, fue expulsado y se convirtió en el personaje más odiado de Inglaterra. Pero se recuperó y llegó a ganar la Champions de 1999 contra el Bayer Munich en aquella histérica final del Nou Camp.


Años después, convertido en una estrella mediática, y después del “Never, never, never” de Florentino, fichó por el Madrid en la época de los galácticos. Fue presentado con todos los honores, eligió el número 23, en plan Jordan, para vender camisetas en Estados Unidos y embriagó el vestuario del Madrid de un olor a perfume caro de esos que echan para atrás.
No ganó ningún título. No consiguió nada en Madrid, salvo vender camisetas y vivir una de las peores épocas del Madrid en toda su historia. Así que este año, llamado por el olor estadounidense a dólar, ha decidido irse. Firmó por Los Ángeles Galaxy y lo anunció seis meses antes de irse.


Capello, que es muy suyo, decidió que un tío que se ha comprometido con otro equipo sin esperar a que acabe la temporada no puede jugar en su equipo (es un poco en plan: “no juegas, que la bola es mía”). David, guapo él, se calló. No salió en rueda de prensa rajando contra el imbécil ese del italiano que le ha prohibido jugar, ni se dedicó a ir por los programas del corazón diciendo que Capello le acosó sexualmente. No. David es un caballero. No es tan bueno, no es una superestrella, no es un tío de esos que él solo gana la Liga o la Champions, o que regala un regate o una mariconadita que hace las delicias de los comentaristas de la radio/tele. Es un profesional. Un auténtico profesional que no tiene que salir en la tele diciendo que la gente no le da cariño o que el entrenador le tiene manía.


No es que me haya enamorado de Beckham, de hecho no me gusta ni física ni futbolísticamente, pero hoy, que ha marcado el primer gol del Madrid, me ha apetecido dedicarle este post. Ha marcado y, dicen en la radio, que sólo ha cerrado los puños con fuerza y no ha hecho un gestito estúpido al banquillo, o al palco, o lo que sea.


David es un profesional. Y su mujer una asquerosilla.





P.D.: Si veo en la tele que ha hecho algún gesto, que se ha besado el escudo del Madrid o que ha puesto carita de guay seguiré pensando lo mismo.

Cambio De Look

No sé si habeis tenido la suerte de sufrir ese momento, clásico en la comedia, en el que una mujer llega de la peluquería y al cabo de un rato te dice: "¿Qué?¿No me vas a decir nada de mi nuevo peinado?". Su nuevo peinado consiste en un ligero corte de las puntas y un alisado y...ya está. Tú, incapaz de reaccionar, dices: "Sí, te lo iba a decir antes, pero te marchaste. Que bien te han dejado, te queda mejor que antes". Evidentemente ella te dice que no, que antes estaba mejor, tu le pides perdón, ella te tira un jarrón, te rompe una ceja y tal y cual. Por cierto, debería existir una Asociación Mundial de Peluqueros, presidida por Llongueras, que decidiese las medidas exactas de lo que significan 'las puntas', porque eso de que las puntas son una falange del dedo, o un poco, o un mucho, seguro que causa estragos en la población civil.

Pues a lo que iba. Que vosotros no me podeis fallar. He cambiado de look y ahora mi blog se presenta menos oscuro y más claro para mis fans escasos. Lo hago por aburrimiento, ya que sólo es moda, y porque después de unos meses jodiendo la vista al lector ya me parecía hora de satisfacer a vuestros preciados ojos. También he cambiado el título porque mi odio a Andrés Montes ha crecido hasta límites insospechados. Antes ya lo odiaba, pero no lo suficiente como para no tomar su estúpida frase como 'slogan' de mi blog. El de ahora me parece que se acerca más a la realidad. Que conste que el primer título fue: "Vida de un imbécil en un mundo de ignorantes", pero me gusta más ahora.

Nada más, sólo añadir que he quitado los absurdos links a páginas externas porque dónde se está mejor que en casa.

Dentro de un/unos días volveré para contar alguna tontería.

Adios.
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