Igual que el año pasado me encontré, recién llegado a mi nueva carrera, con una de las peores profesoras que he conocido jamás, a la que le dediqué un bello post, este año no ha sido menos. Este segundo cuatrimestre ha supuesto el desembarco de una figura oscura, tétrica y con aires de revolución en mi vida, la figura de lo que un profesor nunca debería representar, la sombra de una carcajada que, en lugar de ironía, esconde entre los dientes una mezcla de puñales afilados y complejos cabelludos.
Es habitual que un profesor te sorprenda el primer día; ellos quieren impresionar a sus alumnos con un discurso contundente pero amable, que les dé a entender que su clase será dura y muy importante en sus vidas, pero que a la vez vivirán momentos de una diversión que el humano desconoce, de esos en los que la mandíbula te duele de lo abierta que la mantienes durante tanto tiempo, efecto de (la cocaína…no) la sorpresa continua, del placer de aprender algo nuevo. Es habitual, y un poco impactante en plan ‘asco’, que ese mismo profesor se regocije mostrando su extenso currículo impregnado de toda la sabiduría que las letras que se proyectan sobre la pantalla demuestran que tiene.
Lo que no es habitual es que el mismo profesor, de currículo detallado, advierta desde el primer día que lo que él le dice a los alumnos no hay que tomárselo por el lado malo, que son ironías. No es normal, digo, porque no me había pasado nunca. Si digo un tontería en clase, él puede putearme por ser tonto, pero no me lo tengo que tomar mal, tengo que aceptarlo porque es una de sus ironías, él es así y no hay que tenérselo en cuenta. Pobre, ¿no? Seguro que has malinterpretado sus palabras…
Es cierto que a mí no me ha insinuado mi clara y bien demostrada a lo largo de mi vida imbecilidad. Ni siquiera se ha dirigido a mí de manera despectiva, ni incorrecta, pero dejar un aviso a modo de “Eh, mirad, molo, ¿sabéis? Y lo mejor es que molo mucho porque soy un coñero guay, ¿eh? Mirad lo que hago, uh uh uh ahahah yeh yeh yeh” da un poco de mal rollo.
A lo largo del cuatrimestre hemos sufrido la ausencia de una asignatura. “¡Genial!”, pensarán todos. Pues no, genial, no. Más que nada porque ya que me acerco a la villa de Getafe, ya que he pagado una matrícula, ya que me apetece aprender algo (sí, he cambiado, ahora llevo aparato dental, gafas con un esparadrapo blanco en la mitad y un portabolígrafos en el bolsillo de mi camisa de cuadros, la cual llevo metida por dentro del pantalón, el cual está subido más o menos hasta donde descansan mis pezoncillos), pues no me apetece perder el tiempo con tonterías y, si lo pierdo, prefiero que las tonterías sean mías.
Y es que al margen de su forma de ser, criticable, pero no denunciable, hemos dedicado las horas a escuchar cómo se divaga sobre los temas en cuestión (los que venían en el programa de la asignatura no, por supuesto, sino otros más ‘divertidos’: cómo funciona un satélite, en plan tecnológico, y tal) y acompaña sus sesudas explicaciones con divertidas frases (divertidas primero, luego pesadas y repetitivas) como “ay, que la ignorancia (o vagancia, hay dos versiones) les ha vencido”, “son ustedes unos perversos”, “ay, con lo sagaz que es usted no me creo que no lo sepa”…
A ver, Mario Moreno, ‘Cantinflas’, es guay. Ves una película y piensas: “Me encantaría tener a este tío de profesor”. Luego, cuando lo tienes, piensas: “Pero ¿dónde está la cámara oculta?”.
El principio del fin llegó cuando el entrañable personaje hundió sus miserias en su estómago y las convirtió en palabras contra nuestra delegada. ¡Ja! Amigo, has cavado tu propia tumba. No sólo se metía con la delegada (que carallo, con la DELEGADA) sino que, además, agregaba que las órdenes ya dictadas por la Universidad tenían que imponérselas desde arriba (¿el techo? No sé). Claro, después de unos meses aguantando al personaje alzamos la voz en forma de protesta formal ante la Vicedecana de la facultad. Sí, en plan chulos. Y es que muchas veces, con la coña de ser estudiantes, nos quedamos paralizados ante mamarrachos que se creen que por tener un puesto de profesor ya son la pera (limonera, me atrevería a decir).
Ahora la cosa está ahí, pendiente de la redacción de la queja formal. ¿Qué espero yo? (comienza el himno americano) Pues espero que nunca más ningún alumno tenga que soportar las actitudes mezquinas de un pseudo profesor curricular sólo por el hecho de estar en una posición jerárquica inferior; espero que la justicia en forma de mano enorme golpee la cara (dura) de un hombre calvo y con perilla que pensó que el mundo estaba hecho para él; espero que algún día todos podamos lanzar nuestra pierna contra el culo del hombre ese y mostrarle que él rió durante unos meses, pero que a nosotros nos hizo gracia al final.
Ah, mañana tengo el examen con él, supongo que de ahí mi indignación que ha crecido en los últimos días de una manera brutal (Ah, he colgado el post dos días después del examne; ¿cómo me ha salido? No tengo ni idea. En serio).
Hasta otra y…no me sean perverrrrrrrsosssssssss.