Hilos Personales


La vida está llena de hilos conductores que nos trasladan a lo largo de ella. Esos hilos tejen, con cuidado y parsimonia, las redes que nos sustentan y que nos mantienen de pie. Están hechos de un material cambiante y difuso; una materia muchas veces inerte que no se puede ver, no se puede coger con las manos y comprobar de qué está formada ni saber su grosor, peso o resistencia ante el impacto de una caída.

Son las relaciones personales. Dos palabras que construyen las bases del día a día y que se transforman en referencias lógicas (o ilógicas) de esa vida que por alguna razón estamos viviendo. La primera palabra, 'relaciones', dice la RAE que son conexiones, tratos o comunicaciones de alguien con otra persona. Acertada definición, queridos viejunos de la Academia. Es decir, que la relación que mantenemos con otros conlleva o significa una conexión entre ambas, una comunicación con ella. ¿Con quién? Con otra persona; de ahí, la segunda palabra, 'personales'. Es decir, repito, con otra persona.

Las relaciones personales en la vida se encuentran atadas y enganchadas por esos hilos finos y de materiales desconocidos que son conductores de nuestros pasos.

Las vamos construyendo, las relaciones personales, con ayuda del tiempo y de otros elementos adyacentes a ellas: la palabra, los hechos, las miradas, los desencuentros y los descubrimientos.

Estas relaciones y sus hilos son maleables, fácilmente dañables con las ráfagas de viento que se esconden en muchos actos, opiniones o verbos que se escapan de la boca de las personas. Por eso debemos de ser cuidadosos, cautos a la hora de ejercer nuestro poder sobre ellas. Es el mismo cuidado que tendríamos a la hora de ascender por una cuerda que estuviese formada por un fino hilo de coser; ese mismo que es capaz, después de ajustarlo bien, de retener un botón pegado a la cintura de un pantalón, es tan endeble que un tirón mal dado puede destrozarlo.

Y es que los conflictos (personales, claro) son el peor enemigo para esos hilos. Ya son ellos débiles de por sí, como para estar estirándolos. Desde un lado, X tira fuerte hacia si mismo; desde el otro, seguramente bastante alejado, Y no cede en su empeño de arrastrar hacia su lado. Resultado: deshilachado. El hilo se ve forzado, se ve magullado y acaba cediendo por el centro. Desde los dos extremos, el impacto de esa fractura hace caer hacia atrás a X y a Y, que se estrellan en el suelo e impactan con la fuerza de un meteorito. El resultado es igual que el cráter que ése dejaría en la Tierra (de lograr no desintegrarse): un agujero ardiente que dejará una señal para el resto de los años que queden de vida en el planeta.

El caso es que muchos de esos cráteres, muchas de esas depresiones en la orografía de las relaciones personales, luego son la base para investigar desde dónde ha llegado, de qué material estaba hecha aquella fuerza que impactó contra la superficie de la relación. Resultado: acabamos por conocer mejor los orígenes, el desarrollo y el futuro de esas caídas desde lo más alto. Nos servirá, al fin y al cabo, para proteger más los finos hilos que atan nuestras relaciones personales.

Un día cualquiera te levantas y empiezas a tirar del hilo para alcanzar el otro extremo, esperando que tu contrario esté haciendo lo mismo desde su lado.

Hilos nuevos para todos.

Carta A Paco

Hola, Paco, ¿cómo va todo?

Por aquí bien, más o menos. La verdad es que hay gente que te echa de menos un poco. Dicen: "Si Paco estuviese aquí todo sería mejor" o "Si Paco ve esto... todo sería distinto si volviese". Yo no estoy muy de acuerdo con la gente que dice eso, ¿sabes? No, porque a mí, personalmente, me parece que desde que te marchaste las cosas han avanzado un poco más... bueno, o mucho más.

Es curioso, pero ya no hay gente que vive en armarios. De hecho, la gente ha salido de ellos, bien para vivir en libertad o bien para gritar a los cuatro vientos que ya no tienen que vivir sin decir lo que piensan. Incluso se pueden casar. Bueno, por la Iglesia no, claro, pero sí por el juzgado. La ley les reconoce derechos y ellos los ejercen. Pero las leyes ahora son distintas, ¿sabes? No dependen de una persona, no. Se reúnen varios y las comentna, las redactan, las aprueban y, si todo sale bien, nosotros las aceptamos y vivimos según lo que nos marcan. Es cierto que siempre hay vagos y maleantes, pero ahora son de verdad y no se identifican por el color de su camisa. Distinto a lo que tu viviste.

Es que ahora hay democracia. Sí, democracia. Es un invento antiguo que se ha traído a nuestros tiempos. Es algo así como que el pueblo decide; no el pueblo en general, en plan masa, pero sí unas personas a las que se vota y luego representan la opinión mayoritaria. De hecho, ahora es posible que, por la decisión de esa gente, vayamos a un guerra. También a veces vamos a guerras sin el respaldo del pueblo, pero supongo que nada es perfecto.

Felipe González, que luego fue Presidente del Gobierno (como tú pero en plan finolis), decía en 1975, más o menos, que el fascismo se acabaría en España porque no tenía ni sustento económico, que era lo que lo había mantenido hasta la época, ni apoyo popular, porque este país nunca había dado una respuesta de apoyo masivo a esa forma de gobierno. Tenía razón; yo lo veo ahora. Vale, no te voy a mentir, hay gente que aún conserva águilas y estira el brazo como si la articulación tuviese un muelle, pero son pocos y mal organizados (por suerte).

Pero cuéntame tú algo de cómo es todo eso, ¿no? Debes de estar encantado, seguro que encuentras a muchos de tus amigos por ahí. Debes ser uno de los reyes del mambo... bueno, aunque cuando estabas aquí no eras tampoco un líder de tus colegas. Eras más bien el típico enano gracioso que se lleva a las fiestas y luego se queda solo porque no le hace gracia ni al que lo trajo. Pero bueno, espero que estés pasándolo bien con tu novia. Me llegaron rumores de que lo habíais dejado y que estabas disgustado porque una familiar tuya estaba bailando todo el día y enseñando las bragas al respetable. Bah, no te preocupes, es mayorcita y sabrá lo que hace y lo que conlleva ser de tu familia... o no.

Bueno, Paco, ¿sabes qué más? Que me alegra que ya no estés por aquí. Más que nada es que creo que no pintabas nada desde años antes de marcharte. Por suerte lo dejaste todo atado y bien atado, aunque alguno de tus antiguos compañeros de clase se han revolucionado con el tiempo. Supongo que estarán afectados por tu marcha.

Creo que nada más. Que feliz aniversario y que te quedes mucho tiempo donde estás, ¿vale? Seguro que allí te aprecian de verdad y te tratan como te mereces.

Un saludo a Alfredo y a Benny y recuerdos para Sati.

Ardiendo A Un Clavo

Semanas decisivas estas últimas para el futuro de dos mundos: el real y el del fútbol. Por un lado, un negro (más o menos) llega a la Casa Blanca para sustituir a un blanco que dejó todo muy negro. Por otro, el mundo del fútbol se conmociona con la llegada de su Dios particular (D10S) al banquillo de su selección nacional. En manos de ambos, cambiar las cosas de sitio. Es como si tu casa no te gusta y le cedes el protagonismo a un fulano de esos que te redecora tu hogar. El resultado, se supone, será mejor.

Por lo menos en el caso de Obama. Es cierto que el pobre las va a pasar canutas para reconstruir dignamente lo destruido por Bush, pero ya ha tomado un par de decisiones de las que no necesitan la aprobación del Congreso que están en la dirección opuesta a las que había tomado Geroge W.... un alivio sí que es, al menos. Las decisiones se refieren a temas como las células madres y las perforaciones petrolíferas (en contra de las que se manifestaron los ecologistas), que no parecen temas de importancia mundial, pero sí son una declaración de principios.

Yo, Dios (D10S) no lo quiera, no le doy mucho tiempo en el gobierno a Obama. Vamos a ver, señores: negro, demócrata y el nuevo Kennedy... atando cabos se llega a la respuesta. Y más en un país donde presumen de libertades, y de la que más presumen es de la de poder llevar un arma para protegerse. Si un Bush de otro país se enterase de esas armas de destrucción masiva, estaba claro: invasión a los EE.UU.

En el caso de Maradona (D10S), es imposible saber qué va a pasar. Decía Santiago Segurola hace unos días que no tenía claro si Maradona era una metáfora de Argentina, o Argentina la metáfora de Maradona. Supongo que un poco de todo; el país que idolatra a su D10S más imperfecto y el humano más imperfecto que más siente su país alborotado. La cuestión es que, pase lo que pase, Él no va a bajar de su altar. Se caerá por la borda el Diego hombre que engorda y consume toda clase de drogas o dispara a un periodista con una escopeta de balines, caerá por los peldaños de su gran escalera hasta el suelo. Pero Maradona, D10S, será para los argentinos lo que ha sido hasta ahora; una referencia (mala, pero una referencia) en su día a día. Seguro que se repiten imágenes de cientos de personas concentradas debajo de la ventana de la habitación en la que está igresada; seguro que se repiten los gritos en La Bombonera de "Marado, Marado...".

Y es que puede que no cambie el irregular rumbo de una selección argentina en crisis (que yo lo veo chungo... o no), pero su imagen, ya distorsionada como su oronda figura de hace años, no sufrirá alteraciones en su país. Es como en España Chiquito de la Calzada: ya nadie le reía las gracias, pero generaba cariño entre la gente, como un perrito sin su patita.

Venga, que todo depende de un americano y de un argentino... que alguien nos coja confesados.

El Cielo De Madrid

El cielo de Madrid no es igual al de Vigo. No voy a decir que es ni mejor ni peor, pero no es igual. No sé si será por las luces de neón que alumbran la Gran Vía, repleta de aliento y de estrenos de películas y obras de teatro. También puede ser porque no tiene cerca el mar. El cielo colorea el mar en Vigo; en cambio, en Madrid el cielo se queda sin paleta para pintar. Supongo que se centrarán en dibujar las calles anchas, las avenidas, las alturas de los edificios.

Es un esfuerzo distinto al de bajar a refrescarse los pies en el Atlántico. Es la diferencia que existe entre el trabajo de un pescador y el de un albañil, ambos duros y laboriosos, pero uno cercano a la naturaleza y otro vecino de hormigoneras. Hoy sólo se podía ver una estrella y la luna, solitarias y lejanas. Lejos para nosotros pero lejos entre ellas, también. Parecían dos niños tímidos que no se atreven a pedirle al otro si quiere jugar.

El último cielo que recuerdo de Vigo estaba impregnado del rojo que produce el sol al esconderse entre las Cíes. Volviendo a mi casa hice una parada técnica para observar por última vez (al menos en unos meses) el cielo gallego con acento vigués. A mi lado paseaban transeúntes que no eran capaces de pararse a mi lado para contemplar aquello. Supongo que tendrían todo el tiempo del mundo para hacerlo.

Yo tenía sólo esos minutos que me separaban de Madrid.

Y hoy, en Madrid, he reconocido partes del mismo cielo, como si en mi maleta me hubiese traído algunos restos que la ría había introducido en mi equipaje justo antes de cargar el coche. Hoy el cielo de Madrid me ha obligado a mirarlo. Ha sido salir un momento a la calle, encarar la calle Princesa, llegar a la plaza de España y alzar la vista.


Sólo duró el tiempo que tarda el verde en ponerse en rojo, pero fue suficiente. También quise avisar a la gente de aquel fenómeno singular, de aquellos trozos vigueses que desteñían la tapa de la ciudad, la que sólo dejabas atrás en un avión. Pero nadie me hizo caso. Ni siquiera me siguieron como a un loco que se queda ensimismado mirando al infinito, a algo que no existe. Quizás sería porque lo que estaba viendo era real, no era producto de mi imaginación.

Estaba perdiendo el tiempo, ese del que cada día carezco más, pero me estaba mereciendo la pena. Crucé la calle y me metí en una tienda. Al salir, Madrid había perdido el acento gallego, había recuperado su castellano castizo de jotas y eses aspiradas. De todas maneras lo sentí cercano, quizás mío.


A lo mejor es que me estaba adaptando más de lo que pensaba a esta ciudad.
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