EnCantabrio

El verano en Madrid es duro. El calor, la polución y el estrés que no se va ni en verano del asfalto convierten la ciudad en un lugar demasiado árido para permanecer indefinidamente sin tomarte un descanso. Eso fue lo que hice el fin de semana pasado.

Libraba tres días seguidos (viernes, sábado y domingo) y me uní a un viaje que llevaba preparándose desde hacía semanas o meses a Cantabria. Hice mi maleta y me embarqué en un coche al lado de un coreano, una peruana y una brasileña. Salíamos a las 3 de la tarde de Madrid y calculábamos estar antes de las 8 en Hinojeda, al lado de Suances, donde habíamos alquilado un hostal. El plan: ir a dos festivales; uno en Santander, que se encajaba dentro de la semana grande de la ciudad, y otro en Suances, gratuito, de música un poco más dura y donde el chico coreano conocía a todo el mundo (como bien demostró después).

Además del equipaje, dos discos grabados con algunas peticiones horteras de la brasileña y algunas peticiones propias para no morir en aquella horterada. Y, como no podía ser de otra manera, las cosas se torcieron nada más salir. La mala noticia tomó forma de atasco de salida de Madrid. Cuando tardas dos horas en avanzar 90 kilómetros, te esperas que nada peor pueda pasar... pues sí.

Tardamos 7 horas en hacer todo el trayecto porque, entre otras cosas, nos encontramos con unas obras en la autopista que la reducían a un carril. En fin, que después del infierno de trayecto (que supimos amenizar perfectamente, es lo que tiene ir de viaje con amigos), llegamos a las 10 de la noche al hostal. El hostal... bonita por fuera era aquella casa, sin duda; el problema lo tenía la señora hostalera, empeñada a través del teléfono desde nuestra salida de Madrid en que éramos una pareja con dos hijos, a pesar de la reiterada aclaración de la peruana: "Que nooooo, señora, que somos cuatro adultos jóvenes". Nos desplazamos a Santander y llegó la segunda mala noticia, esta vez en forma de no entradas.

Lo que pasó es que mi tarjeta no me dejó sacar mis entradas y las de la brasileña, así que los dos nos perdimos el concierto (realmente el que íbamos a ver) y lo cambiamos por una hora y pico sentados en la playa, hablando de lo divino (como yo) y lo humano (yo; y no, no soy egocéntrico). Cuando el coreano y la peruana se aburrieron de ver al segundo grupo, nos juntamos de nuevo los cuatro, nos fuimos a Suances, y llegamos a ver el último grupo del segundo festival. Después, poco más, porque el largo viaje nos dejó demasiado cansados para salir "de fiesta" mucho más que dos horas desde la finalización del concierto.

El sábado, playa. Sí, playa y sol en el norte de España, para que luego se diga. La playa de los Locos (estaban muy crazy, tío) y otra que no recuerdo el nombre nos tiñeron la piel de otro color (rojo intenso en el caso de la peruana) y nos bañaron con el cantábrico a una temperatura impropia de ese mismo norte. Luego, por la tarde, visitamos Santillana del Mar (que ni es santa ni es llana ni tiene mar) y escuchamos un poco de un concierto de jazz al que no pudimos quedarnos.

El efecto del sol intenso sólo nos había dejado fuerzas para cenar en Suances de tapas guiados por el coreano en un gran acierto (de los pocos que tuvo el pobre en el viaje, porque es un poco tonto) y para volver al hostal. Allí, intercambio de duchas y siestas (nada sexual -ojalá-, simplemente mientras uno se duchaba, los otros tres dormitaban) y de nuevo al festival.

Sobre el escenario había un guitarrista gordo, barbudo y brazicorto con una camisa de flores, un bajista con una camiseta que rezaba "I love Benidorm" (sobre el que la brasileña y yo convenimos que estaba colocado), un batería al que casi no se le veía y un percusionista/teclista demasiado feliz y sosegado para el momento. ¿Y el cantante? Digamos que a los dos minutos de introducirme entre la gente con el coreano, el cantante apareció a escasos metros de mí mirándome fijamente a los ojos mientras entonaba su canción. Se pasó todo el concierto paseando entre el público, saltando con ellos, sentándose con ellos, bebiendo sus cervezas y poniéndose sus viseras... y todo esto bajo el auspicio de los organizadores del concierto, encargados de sostener y manejar el eterno cable del micro; cuando subía al escenario era un cuadro. En fin, que fue bastante gracioso.

Esta vez, ya finalizado el concierto, el débil estómago del coreano nos invitó a volver a hostal, donde a penas pudimos mantener una conversación de media hora castigados por el cansancio. Mejor, porque recuperamos fuerzas para el domingo. Visitamos Comillas (" "), donde comimos, y Torrelavega fugazmente. Y emprendimos el viaje de vuelta a Madrid, con una de esas mochilas que te llevas de los viajes geniales. Porque el tiempo se había parado durante esos dos días y medio. Volver a Madrid supuso partir de nuevo de cero en casi todos los sentidos. Y es que la vida y la capital en verano es muy dura. Tanto se había parado el tiempo para mí que el lunes el Real Madrid ya no contaba con Guti y Raúl se despedía del equipo. Qué tiempo, cómo es.

Pues eso, que encantabrio de haberos conocido.

P.D: Si alguno de mis ilustres acompañantes tiene a bien dejarme fotos o colgarlas en el Facebook podré decorar el post con imágenes. Ejem. He dicho.

Mis Apuntes De Derecho

El otro día, rebuscando en mis cajones, encontré una libreta en la que tomaba apuntes en segundo de carrera, en Derecho. La asignatura, Derecho Constitucional II; la profesora... A.G. (dejémoslo así, que Internet es muy traicionero). Esto es lo que recogía aquel día en un aula de Derecho en Santiago (totalmente verídico):

"A.G. porta hoy unos bellos ropajes; un estupendo conjunto de pantalón 'maprietaelculo' y un jersey 'notevoyaenseñarná'. El pantalón es de color gris oscuro y el jersey es de ese color inclasificable que se acerca al púrpura pero que jamás nadie se atreverá a ponerle un nombre exacto.

El jersey se ve adornado por un collarcito dorado que nuestra protagonista porta en su cubiero cuello (por el jersey, que es de cuello alto). El pelo está recogido (y suponemos que lavado) y lo hace con un broche 'keloflipas' que le ayuda a retirarse el cabello de su cara leve y elegantemente maquillada.

Está de pie sobre el estrado que preside la clase, algo que le daría algo de autoridad de no ser porque es ella, la G., la mujer que un día se chapó varias lecciones de Constitucional y ahora las dicta, intercalando entre frases su ya mítico "¿mng?", inigualable e irrepetible por otra persona que no sea ella.

En los días como hoy es cuando te preguntas si las clases valen la pena, si merece la pena ir a clase sólo para escuchar cómo A.G. te dice cuatro paridas que jamás será capaz de explicar. Son de esos días en los que las mujeres se sienten orgullosas de ser mujeres, los hombres se alegran de que las mujeres se enorgullezcan de ser mujeres, el oso Yogui goza por vivir en un parque natural tan mal vigilado como el de Yellowstone, los pajaritos emigran a otras tierras, la mayoría del PP nos atrapa, el fuego se quema, el agua se moja, el pez nada, la vaca todo, los chicos guapos se compran cremas para su cara, las chicas guapas se compran cremas de depilar, las gordas adelgazan, las delgadas también y todos son muy duros y guais.

Creo que con estas pinceladas os podéis imaginar que es un día que marcará el inicio de una época, uno de esos en los que te encuentas en una casa que no es la tuya pero que no huele del todo mal y en la que la gente te mira raro. Llego así a la conclusión de que Ricitos de Oro hizo mal en comerse la sopa de los tres ositos, que, como todos los osos, son unos lurillas y se cabrean, y no me extraña, ya que si una fulana rubita acaba con tu sopa merece morir. Además, ¿qué hace una niña sola por el bosque y sin caperuza roja? ¿quién le manda entrar en una casa que no es suya? ¿por qué lleva esos ricitos tan guais?

Todo esto lo consigo gracias al ralle de la G., pero creo que lo que viene aquí es más interesante que lo que ella dice".

Madre mía... 20 años y la inocencia perdida. Eso es lo que tiene ir a clase solo a las 4 de la tarde. En fin, ¿por qué no me quiero dedicar al Derecho...?

El Portero

El portero, ese personaje. Supongo que la gente se preguntará cómo uno llega a ser portero de cualquier deporte que lo demande. Es como ser árbitro... Yo fui portero. Mi razón, el asma. Se supone que si corría mucho me ahogaba, así que la estatua inamovible durante la mayor parte del partido que representa el defensor de la portería parecía la mejor opción para entrar en el equipo del colegio (realmente me hice portero el segundo año, después de una nefasta temporada). Lo fui de fútbol sala. Mi cueva era de red blanca y palos rojiblancos. Lo tuve que dejar por una bursitis en el codo, y sólo de vez en cuando he recuperado el tiempo pasado (como cuando me rompí una uña).

El portero, ese hombre. Es un antihéroe del fútbol; también en balonmano y en hockey (hielo, hierba o sobre patines). Vive solo en casi la totalidad del tiempo que dura el partido, atrapado en una dulce locura que le caracteriza. El portero, un jugador que en el campo sufre las mayores frustraciones. Sus fallos suelen ser los más recordados. También los del delantero, pero él tiene el premio del gol. El único premio del guardameta es el parar un penalti, pero para restarle mérito ya existe el dicho de "el penalti no lo para el portero, lo falla el jugador". Un dicho que resulta importantísimo para entender la figura del portero desde fuera; se distingue al portero del jugador, como si el primero careciese de la importancia que tiene el defensa, el mediocampista o el delantero.

Pero bendita locura la del portero. Higuita, con su escorpión en Wembley, la capital europea del fútbol; Jorge Campos, con sus camisetas horteroides y su alma de delantero centro; el desquiciamiento habitual de Chilavert, ese entrañable gordo que lanzaba las faltas como el mejor Maradona; o el máximo goleador, Rogerio Ceni, que demostró que los brasileños son especiales en el fútbol hasta cuando son porteros. Y eso que Brasil es el país en el que menos importancia han tenido ellos en la historia del fútbol. Sólo uno es recordado generación tras generación, y para eso, se le recuerda con odio. Se llamaba Barbosa y fue el triste protagonista del Maracanazo, una "tragedia" clásica que se vivió en Brasil, en 1950, en su Mundial, cuando todo estaba a su favor. Brasil perdió la final de ese Mundial en un Maracaná repleto hasta la bandera. De nada vale que los goles sean de Schiaffino y Gigghia, porque el mundo del fútbol recuerda a Barbosa, que fallecía en el año 2000 con la sombra del recuerdo nefasto del 50 y la indiferencia y odio de todo un país que vive por y para el fútbol.

Genio y figura, el portero. La imagen de la soledad. En los deportes de equipo, él es la imagen marginada, en una punta del campo, expectante de que, de sopetón, le llegue un balón. Si la caga, la caga; si la para... es lo que tenía que hacer. El solitario, el guardián de la puerta, el Can Cerbero, que protege la puerta del infierno... el puesto más poético del fútbol, seguro. Y a veces se le va la cabeza y se dedica a tratar de marcar goles, en lugar de pararlos; así lo escribí en El País Digital (vale, es que no me apetece repetir lo que ya escribí; por cierto, el titular no era ese, sino "Porteros contra natura", pero me lo cambiaron... cabritos).

Ayer, Casillas nos recordó lo importante que puede ser. Paró un penalti, salvó el empate casi al final. El mismo que ha demostrado, también, que el portero puede ser como el quarterback y quedarse con la tía buena, ayer se erigió en el símbolo de una selección que hizo historia. Repetida hasta la saciedad es la imagen del portero vestido de negro alzando la Eurocopa; esperemos que esa misma imagen se repita dentro de unos días, pero ahora levantando la copa dorada de campeones del mundo.

Y si lo hace, será el portero el protagonista, esa figura especial del fútbol.
2009 Vida De Un... - Powered by Blogger
Blogger Templates by Deluxe Templates
Wordpress theme by Dirty Blue