El Cielo De Madrid

El cielo de Madrid no es igual al de Vigo. No voy a decir que es ni mejor ni peor, pero no es igual. No sé si será por las luces de neón que alumbran la Gran Vía, repleta de aliento y de estrenos de películas y obras de teatro. También puede ser porque no tiene cerca el mar. El cielo colorea el mar en Vigo; en cambio, en Madrid el cielo se queda sin paleta para pintar. Supongo que se centrarán en dibujar las calles anchas, las avenidas, las alturas de los edificios.

Es un esfuerzo distinto al de bajar a refrescarse los pies en el Atlántico. Es la diferencia que existe entre el trabajo de un pescador y el de un albañil, ambos duros y laboriosos, pero uno cercano a la naturaleza y otro vecino de hormigoneras. Hoy sólo se podía ver una estrella y la luna, solitarias y lejanas. Lejos para nosotros pero lejos entre ellas, también. Parecían dos niños tímidos que no se atreven a pedirle al otro si quiere jugar.

El último cielo que recuerdo de Vigo estaba impregnado del rojo que produce el sol al esconderse entre las Cíes. Volviendo a mi casa hice una parada técnica para observar por última vez (al menos en unos meses) el cielo gallego con acento vigués. A mi lado paseaban transeúntes que no eran capaces de pararse a mi lado para contemplar aquello. Supongo que tendrían todo el tiempo del mundo para hacerlo.

Yo tenía sólo esos minutos que me separaban de Madrid.

Y hoy, en Madrid, he reconocido partes del mismo cielo, como si en mi maleta me hubiese traído algunos restos que la ría había introducido en mi equipaje justo antes de cargar el coche. Hoy el cielo de Madrid me ha obligado a mirarlo. Ha sido salir un momento a la calle, encarar la calle Princesa, llegar a la plaza de España y alzar la vista.


Sólo duró el tiempo que tarda el verde en ponerse en rojo, pero fue suficiente. También quise avisar a la gente de aquel fenómeno singular, de aquellos trozos vigueses que desteñían la tapa de la ciudad, la que sólo dejabas atrás en un avión. Pero nadie me hizo caso. Ni siquiera me siguieron como a un loco que se queda ensimismado mirando al infinito, a algo que no existe. Quizás sería porque lo que estaba viendo era real, no era producto de mi imaginación.

Estaba perdiendo el tiempo, ese del que cada día carezco más, pero me estaba mereciendo la pena. Crucé la calle y me metí en una tienda. Al salir, Madrid había perdido el acento gallego, había recuperado su castellano castizo de jotas y eses aspiradas. De todas maneras lo sentí cercano, quizás mío.


A lo mejor es que me estaba adaptando más de lo que pensaba a esta ciudad.

14 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Sabes que tuve ese mismo momento en el que miraste el cielo? yo hacía a Tana que lo mirara también. Salida del metro Callao y el cielo azul intenso con tintes rosados en las nubes.

Será que te estás adaptando a Madrid más de lo que esperaste pero espero que nunca dejes de pararte un segundo para ver esas cosas.

M€ dijo...

Mira quién fue a hablar, la que se adapta a Madrid y se da cuenta en un bus...

Enrico Palazo dijo...

M€, veo que definitivamente has cambiado el humor por el romanticismo...me gusta. El cielo, como el olor nunca es igual en sitios diferentes, sin embargo si puede evocar los mismos sentires...he dicho.

Atentamente

M€ dijo...

Me halaga sumamente ese comentario viniendo de un amante de la romança.

Anónimo dijo...

A ti lo que te pasa es que echas de menos Vigo. Y, de paso, echas de menos Santiago. Y ya que estás, echas de menos al tipo de la Academia de Derecho Internacional Privado. Eso es lo que te ocurre. Echas de menos a ese tipo. Y por eso estás así.

Ignatius J. Reilly dijo...

Bueno, no entiendo, señor Palazo, que los olores sean diferentes según dónde uno los huela, pues a mí un pedo me huele igual aquí que en Parla. Y con aquí digo Vigo, y donde digo Vigo, digo Pedo.

Alexandre Escariz, pedófilo.

M€ dijo...

Es cierto, echo de menos a Alfredo y su "¿ok?" para dar por sentado que su explicación era comprensible.

Anónimo dijo...

Se nota que adora Vd. el Derecho Internacional Privado. No lo niegue. Daría Vd. lo que fuese por volver a estar en contacto con ese mundo. ¡Reconózcalo, pardiez!

Anónimo dijo...

Lo siento, soy de A Coruña Reconozco el cielo del que hablas en Vigo...pero en Madrid?!! yo soy clara: jamás podría adaptarme a Madrid despues de probar el agua salada del mar. Animo M

Anónimo dijo...

Yo estoy con la señorita Sonia y con Eleanor en que una vez que se está cerca del mar jamás, repito, jamás te podrás adpatar a Madrid. TE puedes sentir a gusto y darte cuenta en una guagua o saliendo del metro, pero...no. Y es obvio que aunuqe digas que Vigo es una mierda lo echas mucho de menos. ¡Viva la tierra que nos parió! Yo es que no nací, germiné.

Elena Guevara dijo...

Madrid, "aqui he nacido, ¿aquí quiero quedarme?". No, quiero quedarme aquí y en todas partes. Y me llevo los cielos a todos los lugares, es más, veo el mismo el cielo verde en todas partes, porque los ojos que lo miran son los mismos. Y creo que uno se adapta a todo cuando hay algo que lo ata a las personas que habitan los lugares. Viva Vigo. Viva Madrid. Viva mi pueblo de cabras y gargantas.

Anónimo dijo...

Vuestro diario deportivo ha llegado.

M€ dijo...

Me alegro de que Marcarradas haya llegado por fin a mi vida.

Alnitak dijo...

Y qué hago yo con los cielos? Estoy aquí viendo atardecer en mi pueblo y lloro, y lo veo en Madrid y lloro, y estoy tonta y por eso lloro. Será la vida... que es triste... o alegre y por eso lloro.

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