15 Minutos

15 fueron los minutos de fama que Warhol decidió concedernos. Un cuarto de hora en el que nos correspondería el reconocimiento o el conocimiento, en el que los focos las cámaras y los mirones se centrarían en nosotros; 15 minutos en los que seríamos el centro de atención.

Ayer, a la hora de comer, los informativos correspondían las palabras de Warhol con imágenes de los jugadores del Alcorcón recorriendo el paseo que les llevaba a los campos de entrenamiento, su carreras continuas por una pista de atletismo al lado de los estudiantes de un instituto. Es cierto que hace dos semanas ocurrió algo similar.

Primero, en la previa del partido, la actualidad se desplazó hasta la ciudad dormitorio del sur de Madrid para entrevistar a algunos de los miembros anónimos de aquella plantilla; de ellos, sólo Borja, un delantero acostumbrado a meterle goles al Real Madrid en este tipo de lances, y Juanma, ex portero de Atlético de Madrid y Numancia, habían copado ya su derecho a que sus nombres fuesen algo más que un común. El resto, con las sonrisas de los que se saben vistos por sus familias, enseñaban las instalaciones del club, los vestuarios, el campo y el aparcamiento.

"Aquí es donde firmamos todos los autógrafos", decía uno irónicamente. "Bueno, a lo mejor a partir de esta noche, sí". Y la predicción se hizo realidad; horas después, un equipo menor, semi profesional, vapuleaba a otro que había invertido meses atrás más de 200 millones en contratar a jugadores menos, mucho menos, anónimos. Un 4-0 que quedaba, pasase lo que pasase, en los anales de la historia, gloriosa del Alcorcón, vergonzante del Real Madrid.

Durante las dos semanas que siguieron hasta el partido de vuelta, las portadas que coparon se convirtieron en breves, en pequeñas informaciones que se sujetaban como podían entre las páginas de los diarios deportivos. Ellos sabían que su hazaña inicial se había comido, más o menos, la mitad del tiempo que les correspondía como dueños de la fama. El resto, los otros 7 minutos y medio, esperaban un martes a las 8 de la tarde en el Santiago Bernabeu delante de 80.000 personas y miles de millones en fichas, presupuesto e inversiones varias.

En el mismo informativo en el que aparecían los del Alcorcón caminando hacia su entrenamiento, decían: "...recibiendo la atención que quizás nunca vuelvan a recibir". Vamos, que se sentenciaba ya que el cupón de los minutos de fama se invertirían en su totalidad esa misma tarde, en el cesped del estadio del Real Madrid.

Y llegó la hora del partido. Y los minutos pasaron a distintas velocidades; para la afición blanca, con una rapidez desmesurada, como una máquina que devora esperanzas; para los de Alcorcón (los de allí y los que lo apoyaban), despacio y con las apreturas del que no ve llegar el fin de mes. El silbato del árbitro se disparaba entre las gradas transformado en la señal de que el final del partido había llegado. Un final que significaba el aterrizaje de los jugadores del Alcorcón hasta la meta, exhaustos pero con un derecho a renovar el ticket de la fama, al menos otros quince minutos.

Leía hace poco que el Alcorcón era como Beckham; el inglés, decían, no era rápido ni fuerte ni regateaba ni defendía, pero con trabajo y confianza en sus posibilidades había llegado hasta donde pocos lo han conseguido. El Alcorcón, en 120 minutos de fútbol, se había convertido en uno más de esos que consiguen una hazaña que se recuperará con el tiempo y los nombres de muchos de ellos quedarán guardados con honores entre páginas de periódicos muertos.

También decían que eso, por suerte, sólo puede pasar en el fútbol. Es inimaginable ver a la selección de España de rugby dándole una paliza a la de Nueva Zelanda y es difícil pensar que Federer o Nadal pudiesen salir derrotados ante un semi profesional. Pero en el fútbol, por suerte, todo es posible, incluso que un equipo dos categorías inferior y de régimen no profesional le pinte la cara a un histórico repleto de estrellas.

En fin, que Warhol debió pensar que hay algunos que, después de los 15 minutos dichosos, amplía su estatus unos cuantos más, y a saber cuántos. Quizás los amplíen en el Camp Nou, vaya usted a saber, señor Andy.

5 comentarios:

p pequeñita dijo...

120 minutos??
Y la media hora restante?
Una reflexión: si en el fútbol puede ocurrir la magia de que un equipo semiprofesional gane a uno de los mejores equipos del mundo (o por lo menos uno de los más caros), como se explica que los del equipo caro cobren 100 veces más que los del humilde (no vale lo de que venden muchas camisetas)?

Anónimo dijo...

Pues es que es eso: venden muchas más camisetas.

M€ dijo...

Y tienen músculos.

pi dijo...

Mmm, si, venden muchas camisetas, pero las venden porque están en el equipo caro. Si el tal Borja que ele metió 6 goles al equipo caro, y que debe cobrar unos cuantos M€s menos que los caros, jugara o jugase en el equipo caro también vendería camisetas...
Que es antes, el huevo o el gallo?
Músculos? ja, si fuera por eso Sandro sería rico....

Anónimo dijo...

No es el gallo, es la gallina. Y primero fue el huevo, lo que pasa es que no era de gallina ¿capicci?.
Eso ya hace mucho que quedó resuelto. :D

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