Gijón En Menos De Tres Horas

El martes por la noche descolgué el teléfono y me lo comunicaron: "Mauro, viajas a Gijón el domingo". "De puta madre", dije; luego recordé que a mis padres no les gusta que diga tacos, así que rectifiqué. "Chachi, qué guay". Volvía a Gijón, donde viví durante un año y medio en mi más tierna infancia. En ese momento estaba en Lisboa (ya contaré, supongo, en otra ocasión), pero mi cabeza se trasladó hasta Asturias, hasta Gijón, hasta El Molinón.

Resulta que uno de mis nuevos cometidos es viajar como ENG. Era mi segunda vez, porque somos varios nuevos y nos van rotando. Casualmente, han decidido mandarme de ENG el fin de semana posterior a un viaje de placer. El primero fue en Barcelona, en Cornellá, estadio del Espanyol; cuando me lo comunicaron estaba en Granada (supongo que también lo contaré en otro post). Lo malo de eso es que los días que te restan de viaje los pasas dándole vueltas a lo que vas a hacer el domingo.

Para Gijón tuve una idea clara: Preciado, su entrenador. Estaba en la cuerda floja, el equipo iba mal y una derrota del Sporting ante el Levante podría ser fatal. Le seguiría durante todo el partido, escondería un micro, y tendría la imagen con sonido perfecta. Esa idea se fue diluyendo entre el jueves y el viernes, y el sábado tenía menos fuerza que un puñetazo mío (soy extremadamente débil). Así que me puse a buscar otro tema, algo con lo que cubrirme las espaldas. Casualmente, los diarios asturianos le habían dado mucha bola a Cundi, ex futbolista del histórico Sporting de principios de los 80; resulta que su hijo, Rubén Suárez, jugaba en el Levante y regresaba al Molinón en Primera División por vez primera (valga la ridodoncia).

Tenía tema: ver el partido con Cundi, grabar sus reacciones y, al final, juntarlos a los dos. Conseguí su teléfono, después hablé con el Sporting para que me dejasen grabarlo en un palco privado... vamos, tenía tema. Así, el sábado lo cerré con una sonrisa en la cara. Al día siguiente iba a grabar y estaba convencido de que podría convertirlo en un vídeo de El Día Después. Qué pasó... Lo siguiente:

1.- Llego al aeropuerto de Barajas, saco mi tarjeta de embarque y me llama Jon, uno de mis compañeros que viajaba a Alicante. "Mauro, se están retrasando y cancelando vuelos. Ven a las pantallas que están después del control de metales". Allí estaba él, Jon. Me dijo que José, otro de los que viajaba, él a Bilbao, se había cogido un coche. Yo vi en la pantalla que todo estaba correcto, así que embarqué sin problema.

2.- El autobús que nos llevaba al avión se paró delante del pájaro ese de metal. Estuvo cinco minutos parado y dio la vuelta. Volvíamos a la terminal. La gente empezó a ponerse histérica. Me llamaron desde Producción (los que gestionan los viajes y los gastos). "Si no sale, coge tu coche y vete YA a Gijón; son 4 horas". Y así lo hice.

Aclaración: hay que estar con el cámara en el estadio dos horas antes de la hora del partido, las cinco, en este caso.

3.- Regresé a la Plaza de España y partí hacia Asturias. En el camino pensé: "¿Por qué no me han alquilado un coche ya en el aeropuerto?". Respuesta: porque soy tonto.

4.- Llegué, entre pitos y flautas, a Gijón a las 16.50. Entre que aparqué y que conseguí mi acreditación y el peto para estar a pie de campo, eran las 17.20. Grabamos sólo el juego, y quedé con Cundi para verle en el descanso.

5.- La historia de Cundi no salió. No pudimos grabar bien en su palco VIP de ex jugadores del Sporting porque era pequeñísimo y le tapábamos la visión al resto de la gente y su hijo fue sustituido al poco de comenzar la segunda parte. Al final del partido los junté, pero ya sabía que no tenía historia, así que mi ilusión esfumada me hizo entender que no iba a salir nada.

6.- Regresé a Madrid. A las 00.50 estaba en la redacción para dejar las tarjetas. Al día siguiente, me planté tres horas antes en la redacción para ver el bruto. Compacté 6 minutos de las más de dos horas de grabación y me presenté en la reunión con el tema de Cundi y otro que salió del visionado de las imágenes: la tensión que se vivió. Y el vídeo fue ese: tensión en el Molinón. Eso, más dos imágenes para "Lo que el ojo no ve" y unas imágenes de un sportinguista cabreado con su portero con el que se retó para después del partido fue el resultado de mi viaje.

No estuvo mal, la verdad. Podría haber sido peor. Este es el resultado:



Y así recorrí más de 900 kilómetros para estar menos de tres horas en Gijón...

1 comentario:

Bell2 dijo...

No sé si lo he entendido bien... la conclusión es que a pesar de chuparte ocho horas de viaje en tu coche en un viaje infernal, ¿la jugada te salió bien?
Definitivamente todos los tontos tienen suerte.

Y entonces... para que vuelvan a mandarte de ENG por el mundo de los estadios ¿tienes que estar de viaje ocioso?? ummm, tomaré nota.

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