Segunda Mano

El otro día, en el cuarto de baño, mientras asistía a la transformación de la materia en directo, leía el libro de Juan José Millás ‘El mundo’. Ese fue uno de los regalos de la Navidad, uno de esos que te esperas porque lo has pedido y sabes que no es imposible que te lo regalen (nada que ver con la vez en que pedí un acordeón a los Reyes Magos…). Quería ese libro, lo necesitaba, y no porque hubiese ganado el Premio Planeta, no, sino porque durante el año pasado devoré (así, literalmente) bastantes libros del mismo autor y me había quedado una sensación de vacío tremendo; entendía, los días que viví sin leer nada de él, lo que siente el que se está desenganchando de la droga. De hecho, yo también sustituía sus historias con otras o escribía esas cosas raras en este mismo blog para tratar de tapar el hueco que su extraña realidad había dejado en mí, como el que se inyecta metadona.

Pero es cierto que no es lo mismo. No es lo mismo tomarte un ‘Griego’ de Danone, que ha sido premiado por los catadores de yogures (excelente profesión esa, a la par que ridícula) que tomarte uno natural del Día. Igualmente no es lo mismo leer un autor para sustituir a otro, ni siquiera tratar de acercarte a él escribiendo tú lo que te pasa desde la perspectiva que él lo haría, o que tú crees que lo haría…

El caso, amigos, es que estaba leyendo cuando, una vez más, el señor Millás lo consiguió. Contaba que él había sido un niño de segunda mano: siempre vestido con la ropa heredada de sus hermanos, con chaquetas viejas, pantalones cortos que le quedaban largos y abrigos remendados. En ese instante, aunque yo seguía leyendo, pasando los ojos sobre las letras, empecé a darle vueltas a qué es eso de la ropa de segunda mano. Primero me remonté al curso pasado, al mes de marzo, cuando en el Rastro me compré un chaquetón azul. Olía raro, y seguro que otras personas ya lo habían llevado, ya habían vivido sus propias historias con él, ya le habían dado un tipo de vida. Ahora llegaba yo, me lo compraba por unos míseros m€´s y él empezaba otra vida nueva. No sé si tendrá memoria, no sé si recordará lo que ya había vivido en las manos anteriores (seguramente lo de ‘segunda mano’ es una forma de hablar), pero ahora tendría que empezar desde cero. Otro detergente, otro suavizante, otro armario, otra vida.

Después de esto, logré ir más hacia atrás en el tiempo y llegué hasta mi infancia. Recordé como yo nunca fui un niño de esos de ‘segunda mano’, más que nada porque la ropa de mi hermana no sería muy normal que yo la llevase (aunque es cierto que me vestía de niña para hacer la gracia…supongo y espero que fuese por eso). Pero aunque no era de esos niños, yo generaba que otros lo fuesen. Tenía un amigo en Gijón (sí, de pequeño viví allí) que heredó algunas cosas mías cuando yo me trasladé a Vigo. A mí no me gustaba que diesen mi ropa, no me gustaba pensar que alguien iría vestido como yo por ahí, haciéndose el ‘Mauro’, robándome los pasos o haciendo las mismas cosas que yo. Que no, que no me gustaba.

De hecho, otros niños vestían también la ropa que me quedaba pequeña o que me quedaba vieja. Recuerdo a un chico al que mi madre, por la amistad que le unía con la suya (supongo que sería esa la razón), le había regalado un chubasquero azul que a mí me encantaba. La madre del chico, en agradecimiento o no sé por qué, nos mandó un foto del chavalito en un parque vestido con MI chubasquero. Esa foto estuvo colgada en el corcho de mi habitación durante bastante tiempo, demasiado, en el que me dedicaba a mirarla con ira, con rabia, con odio. Menuda desfachatez, aun encima me lo restregaba por la cara, el muy asqueroso.

Después de pensar en esto, como si fuera Forest Gump, pensé: “Y si he pensado esto, ¿por qué no voy a seguir pensando cosas?”. Así que seguí pensando y recordando. Y me encontré a mí mismo en el Colegio Mayor. Alguien me pedía mi polo blanco de Inglaterra. Me veía a mí sacándolo del armario con cuidado y entregándoselo a otro. Era la misma sensación que la de una madre dando a su hijito a los servicios sociales. Mientras hacíamos la transacción, en la que yo no recibía nada a cambio, más que ganas de llorar, trataba de hablar con mi ropa. Le decía: “Tranquila, mañana estarás aquí otra vez, no te preocupes”. Además estaba dejando aquella prenda a una persona que pensaba salir por la noche vestido con ella. Era como si tu novia sale con un tío por la noche sola y sabes que algo malo va a pasar, o como cuando te decían que ibas al Corte Inglés pero realmente tú sabías que ibas al médico a que te pinchase o algo así. La sensación de no querer prestar mi ropa que nació en Gijón se volvía a presentar con la misma intensidad que aquella vez.

Al volver a la realidad del baño me di cuenta de que había estado pasando páginas como un imbécil sin leer lo que decían. Volví a la parte en la que hablaba del ‘niño de segunda mano’, dejé una marca en la esquina superior de la página y cerré el libro.

Ahora voy a recoger toda la ropa que tengo tirada por la habitación. Tengo un nuevo y extraño respeto por ella desde que recordé todo esto.

Venga, hasta luego.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Ha pensado Vd. en si también le cuesta dejar otras cosas que no sean ropa?

P.D: Eso de que vivía Vd. en Asturias es falso. Se lo aseguro, es como un cuento que nos hacen creer a todos cuando somos pequeños. Como lo de los Reyes Magos de Oriente o el Equipo A.

Gutx0 dijo...

Una de las conclusiones que saco de este realto, es que eres de los que se pasan mas de media hora en el baño para cagar.
Por cierto, a mi nunca me tuvieron que mentir para ir al médico o lo que fuese, ya que casi pasaba mas tiempo en los médicos que jugando, es lo que tiene ser un niño raro y enfermizo. Además siempre que salía dle médico mi mamá me compraba un juego del spectrum o una cajita de esas azules de playmobil.

Anónimo dijo...

Prefiero a 'Julia Brideshead Ponti'

M€ dijo...

Yo prefiero una buena rebanada de pan con mantequilla y mermelada, pero bueno, hay gente pa tó.

Gutx0 dijo...

Ays que rico rico, me encanta.
Por cierto ya tenemos una nueva entrega de las andanzas de Las Cobras Púrpuras, que podéis encontrar aquí

Elquien dijo...

Una de las conclusiones que saco del comentario de Gutxo es que fingía estar enfermo para conseguir más juegos del Spectrum. Pero no te sientas culpable; todo el mundo finge para conseguir cosas.

Anónimo dijo...

Hola!,
recomiendan tu blog en el espacio de fredypuy, y con que razón lo recomienda!. Eso sí, es para leerlo en días relajados y dispuesto a subrayar.:)
Bueno, oye yo también me quedé con sensación de vacío cuando terminé el único libro de Millas que he leído (2 mujeres en praga).
Sabes? yo si fui, y sigo siendo chica de segunda mano (con todas sus acepciones) y me parece la mar de piadoso darle una segunda oportunidad a esos huérfanos. Muchas veces mejoran en la mano número 2.

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