Se remontan a los griegos los que hablan de Democracia; allí, en el ágora ateniense, nacía el término bajo unas condiciones muy diferentes a las que ha llegado hasta hoy, y con el término, se ponía en práctica ese poder del pueblo, ese gobierno de la mayoría. Bueno, en aquella época del pueblo y de la mayoría se excluían a las mujeres y a los esclavos, pero los inicios son siempre complicados.
Ahora, en el siglo XXI recién estrenado, las formas de democracia nos llegan desde varios puntos cardinales. En la política, en las leyes, en las manifestaciones... el pueblo, los ciudadanos, se dejan ver y oir. Y los medios de comunicación han tenido gran influencia en el desarrollo de esa democracia, convirtiéndose en el megáfono utilizado para protestar, reivindicar y manifestar las opiniones, mayoritarias o minoritarias, los deseos o las injusticias sociales. Pero los medios han democratizado la sociedad generando un arma de doble filo.
Desde el púlpito en el que se ha convertido la televisión, con la imagen como punto fuerte, han crecido y se han desarrollado personajes extraños para el resto del mundo que han terminado por convertirse en caras conocidas de esas que sentarías a comer en tu mesa (bueno, yo no). Gente que ha encontrado en los platós de televisión la panacea, el maná de la vida eterna y, así, se eternizan delante del piloto rojo que se enciende cuando termina la publicidad. "Estamos en el aire", exclama una voz. Sí, en el aire seguro, porque los pies en la tierra no están, eso seguro.
Haciendo un breve zapping después de comer, me quedé prendado en la cadena amiga, Telecinco. No les llegaba con mantener bajo su ala protectora a una profesional como Ana Rosa Quintana, sino que también decidieron colorear de rosa (o amarillo) la programación. Ese día, con el mando entre las manos, veía la imagen de Kiko, ese Gran Hermano que monta la mandíbula inferior, que desde un atril pedía disculpas por una información incorrecta que había dado. Sus fuentes eran buenas, "alguien muy próximo a la familia", pero pedía excusas por anunciar a través de la tele las miserias no ciertas de una persona. Sonaban extrañas las palabras "información", "fuentes", "investigación", cuando nacían de la boca malformada de un personaje que vive del sudor ajeno pero que huele peor que el que trabaja ocho horas bajo el sol.
Todo esto es una pirámide que tiene a Belén Esteban como vértice superior. Detrás de esa figura desgastada, patética y trazada con el rostro de "El grito" de Münch, con ojeras que desvelan los beneficios nocturnos y el gusto de un perro orinando en una esquina, se esconde, según la propia protagonista, la voz del pueblo. "No soy periodista, soy colaboradora. Soy la voz del pueblo". Forjando su imagen como la chica de barrio como una planta trepadora que se sujeta a un tronco, quiere hacer de su palabra la nuestra.
En un ataque de cordura que nunca llega desde los directivos de las cadenas, el Defensor del Menor ha decidido tomar cartas en el asunto. Al menos ha amenazado con actuar de oficio para proteger a la famosa Andreíta, la que no quería comerse el pollo. Pasamos de taparle la cara con un tomate, porque los padres no querían que sus hijos saliesen en la televisión y que nadie se enriqueciese a costa de la sangre de su sangre, a que sean los mismos los que, de manera indirecta, ganen euros a costa de ellos. No sé hasta qué punto puede y debe actuar el Defensor del Menor, pero que alguien diga algo con más cabeza que lo que dice la voz del pueblo, la representación física del fracaso de la democratización de la vida española, es un alivio.
El problema es que, como es la voz del pueblo, Andreíta es la ahijada del pueblo y la sobrina de los barrios bajos de la capital, y ya hay más de una que ha dicho que saldrá en procesión a la calle como le quiten la custodia a "la Esteban". Será la procesión de la virgen (¿virgen? sí, claro) del pueblo, una mezcla entre la Moreneta, la de las tropecientas llagas, la del Rocío y la de Lourdes. Un cuadro.
Belén, el pueblo está contigo. Yo soy de ciudad.
Casualidades
Hace 2 años
4 comentarios:
pues mira, yo si soy de pueblo y jamás he considerado que mi voz sea la de la esteban.
seamos serios, hasta el pueblo llano sabe hacer la o sin el canuto y freír un huevo.
esta señora no tenía cara ni cuerpo para ser modelo, no tenía estudios para tener una profesión, ni un primo rico y por ello se tiró al torero, como tampoco ha tenido nunca maneras de señora -dicen que no basta con ser rico, sino que además hay que parecerlo- y su salud, incluida la mental, deja mucho que desear, hace lo único que podía hacer en estos casos:
nada.
pero el nada hay que hacerlo gritando y dejándose ver, sino pasa desapercibido.
y ese cuento si que sabe aplicárselo al dedillo y como anillo le viene al mismo.
zafia y grosera como ella sola.
un saludo democrático.
Tu lo que pasa es que eres un voceador del pueblo frustrado.
Perdona, pero soy un buceador del pueblo Frustrado, situado en de Castilla-León.
Bueno dos cosas:
1.- Yo soy de la opinion que los medios de comunicación lejos de esa idílica imagen de voz del pueblo más bien es voz de los poderosos y adoncenador de las masas, de inocentes una mierda, siempre al servició de la "linea editorial".
2.- El jueves dedica esta semana sú número a "la esteban" odio ese apelativo...recomiendo su atenta lectura.
Atentamente
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