Después de estar unos días en el norte de España y de un mes y pico fuera de Galicia me sigue faltando lo mismo: el mar. Muchas veces escucho hablar del mar, de la playa, del agua, del verano. Yo no me siento identificado con esas palabras, no por lo menos como los escucho o cómo lo entienden los que hablan habitualmente de él.
Para mí el mar no es el verano ni la playa ni el sol. No es un plato en calma de color azul verdoso, ni el reflejo del cielo que le da el color diariamente. No es una toalla sobre la arena empapada después de un baño ni medio día al sol secando la piel y oscureciéndola. Tampoco es la ceguera de la luz directa sobre los ojos ni la brisa que descarga el calor del cuerpo.
Para mí el mar es algo más. Es una visión constante, una fuente de relax y una visita indispensable cada vez que vuelvo a Vigo. Es un cielo cubierto de nubes, un gris que se desplaza sobre la orilla mientras la marea arrastra a través de la corriente las algas que luego se depositan a los pies de la playa. Es la referencia con la que he vivido a lo largo de muchos años en el horizonte y lo que busco entre los edificios de la ciudad y que muchas veces no encuentro. Es un paseo en septiembre mientras se empapan los pies y una fuente de descanso desde el muro del pantalán del puerto de Vigo, con la otra orilla enfrente. Es una lucha contra las rocas y una oleada de espuma a lo lejos.
"Me encanta el mar". A mí también, y por eso me gusta la gente que disfruta como yo, a pesar de no vivirlo de origen, de ese fenómeno sin explicación posible salvo la del poder de la naturaleza. Por eso me gusta la gente que enfoca sus pies hacia la arena para buscar la humedad de una tarde sin sol mientras los demás pasean lejos de ella. Por eso me encanta que alguien me diga que le encanta el mar.
"Me tienes que llevar a ver el mar". Te llevaré a ver el mar, cualquier mar, el mar que sea, donde sea y cuando sea. Prefiero enseñar mi mar, mi imagen del mar, mi visión del mar, pero me ofrezco como guía de cualquier viaje cuyo destino sea el mar. Y te lo regalo; te regalo mi parte, te la presto para que la disfrutes, para que la degustes, para que la sal se quede entre los labios y en la piel después de un baño, para que se corte la circulación por el frío de las Cíes pero el sol ponga el contraste necesario con sus rayos.
Y mientras nadie lo visite, yo me ocupo del mar y si quieres nos dividimos la tarea, yo atiendo lo que tiene importancia y tú todo lo importante. Y al final de la jornada, mi voz en tu costado.
Casualidades
Hace 2 años
6 comentarios:
Un post la mar de inspirado.
M€, ¿con quién hablas?
Con Fran Perea.
Ahhh
Claro, el de los diques al mar.
Es por eso
-guiño de amiga, no por nada que quien no sepa pueda entender, sino por cosas que entiende ella, y sabe y que le gustan y que espera que lleguen- ;)
Bueno, los que estamos acostumbrados al mar con sol, o al mar con "panza de burro" (fenómeno atmosférico de nubes que sólo ocurre en Gran Canaria), también te entendemos.
Para mí el mar es el mar, sin añadidos, no importa si hace sol, si llueve, si lloras, si ríes, si hay gente o está vacío, mis pies siempre se van a caminar por la arena mojada sea verano o invierno. El último día que estuve allí hace ahora dos meses (jooo, cuánto mono tengo) estaba nublado y hacía fresco, pero yo me senté durante un buen rato a ver atardecer en el mar, porque eso es lo único y lo que verdaderamente importa.
Te entiendo, aunque creas que no, el mar es mucho más de lo que aparenta.
Un besito de otra exmartriada!!!
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