Tormenta De Verano

Dice Quique González en una canción que una tormenta de verano es un segundo de un invierno entero. Supongo que será por la intensidad con la que cae durante ese tiempo, como si el mismísimo invierno le hubiese ganado la partida al verano y exigiese su derecho a mostrarse en su estación más opuesta. Esas tormentas siempre me han impresionado. Recuerdo algún verano que pasaba en la playa, en una casa a pocos metros del mar; a lo largo del mes de agosto siempre había un par de días en los que te levantabas con las nubes sobre la cabeza y el ambiente, gris y cargado, anunciaba que ese día era para estar en casa.

Desde las ventanas, a las pocas horas, veías como las nubes se contraían y se removían como unas tripas enfermas para soltar aquel aguacero que entristecía el paisaje que, habitualmente, lo llenaban sombrillas y niños corriendo con toallas mojadas puestas como capas. Pero a mí me gustaba. Recuerdo estar en el salón de aquella casa alquilada viendo la tele, con la cabeza reposada sobre el regazo de mi madre, que me acariciaba el pelo mientras casi me quedaba dormido. Cuando miraba hacia la ventana, veía aquel chaparrón repentino, violento, que golpeaba los cristales y azotaba los tejados. Lo veía desde dentro, protegido del frío y el agua, y recuerdo una sensación increíble de serenidad, de calma.
Es cierto que, otras veces, ese mismo aguacero me cogía en plena playa, sentado, húmedo pero con la camiseta puesta porque empezaba a refrescar.

Un día, incluso, me cogió bañándome; es curioso, pero nunca disfruté tanto de un baño, ni del mar, y nunca el Atlántico estuvo a una temperatura tan cómoda como aquel día que llovió sobre el mar durante veinte eternos segundos. Solía dejar que me mojase aquella lluvia, porque era como llevarle la contraria al mundo, como decir que quieres ver nubes en verano y sol en invierno, que no estás de acuerdo con los órdenes establecidos. Quería mojarme, empaparme, sentir que me estaba dando un baño vestido en plena calle, y saltar en los charcos hundiendo las suelas de las sandalias.

Cuando lo hacía, retomaba la tranquilidad cuando volvía a casa, de nuevo en el sofá, en el regazo de mi padre, que me acariciaba la espalda y me decía "Mauro, estás temblando... debes haber cogido frío". No sé, yo creo que temblaba porque se acababan las vacaciones, las tormentas de verano y la playa diaria, pero nunca lo dije.


Y siempre me he preguntado por qué. ¿Qué pasa para que llueva así en verano? Supongo que el cielo tiene demasiadas cosas que aguantar, mucho en lo que pensar y muchas decisiones que tomar. Cada nube será un brote de estrés, un símbolo de sus dudas, de sus disconformidades, de sus contrariedades, y eso puede pasar también en verano. Es cierto que en otoño, esa época rara, y en invierno, con cierto aire desolador, parece más fácil acumular nubes; la primavera, época por excelencia de lluvias, supone una acumulación de todo el estrés pasado, el de el otoño, el del invierno y el del próximo verano, que supone muchos preparativos.

Así, de vez en cuando, el cielo tiene que soltar lastre, y cuando pasa en verano se convierte en ese fenómeno natural que nos demuestra que, muchas veces, la realidad supera la ficción. Yo, para la próxima, ya tengo preparado una ventana, un sofá y un regazo.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo creo que nadie te pone nada porque no saben qué decir. Yo tampoco. Bueno sí, cada vez eres más ñoño, pero cada vez escribes mejor.
Elena.

Dr. PPPP dijo...

El cielo en Galicia debe estar muy deprimido.
No entiende de estaciones.
Descarga, y vaya si descarga, muy a menudo. Ya sea Primavera, Verano u Otoño (durante las tres estaciones del año, ya que el Invierno ronda todos los días del año).
Va, que chorradas cuento.
Lala

Yagoi dijo...

Ha dicho "Quique González", serás puerco. ¿Cuando escuchaste esa canción? ¿eh?

Anónimo dijo...

Joder Mauro. Cada día que pasa tengo más ganas de hacerte el amor. No sabía cómo coño decírtelo...hasta hoy: ¡Descarga tu tormenta sobre mí! Quítame esta virginidad que tantas noches me ha mantenido despierto masturbándome ante el ordenador viendo tus fotos del facebook. Me muero de ganas de verte, aunque sea en casa de algún amigo tuyo el sábado o tomando un Gintonic en La Latina, tras unos pinchos y unos vinos, un martes.
Siempre tuyo,
Bibi Andersen.

Anónimo dijo...

Por cierto, yo creo que Zé Pequeña pensará lo mismo que yo. O si no, emborráchala.

M€ dijo...

Jajajaja... genial. Asco, pero genial. Creo que te amo.

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