Luego, los oídos, para escuchar, para conocer quién nos habla o lo que nos dice, comunicarnos después reproduciendo esas palabras que alguien ha decidido inventar y llamar al conjunto idioma por la boca; el tacto, con las manos para saber si algo es suave, rugoso, pringoso... y poder descartar las cosas por el mero hecho del asco que da tocarlas (prefiero no poner ejemplo de esto). Y luego las piernas, para trasladarnos y dejarse guiar por los ojos. Vamos, todo muy material y muy corporal.
Lo que pasa es que al juego este de la vida se le suman elementos que no se ven, que no se tocan, que no puedes agarrar. Siempre se ha hablado de "alma", como símbolo religioso o filosófico, aquel elemento "espiritual" (también, con significado religioso y sin él; hasta el derecho habla de un elemento espiritual en muchos casos) que, seguramente, sea lo que nos convierte definitivamente en seres humanos, por encima de los animales (bueno, conozco a bastantes autoproclamados seres humanos que estarían por debajo, pero bueno...).
Entramos dentro del terreno de lo que no se ve, de lo que se siente. Odio bastante, lo admito, a los que hablan de sí mismos como "intuitivos"; esa gente que se cree que por refrendar una vez un pensamiento sobre alguien ya tienen la verdad absoluta ganada para el resto de las veces. Pero, que carallo, es cierto que el campo de la intuición existe y es amplio. Yo no soy intuitivo, ni mucho menos, de hecho es probable que sea todo lo contrario: hasta que me la pego no intuyo ná. Pero esto tiene excepciones, y muchas de ellas se han dado en Madrid.
Como llegué nuevo y solo a una ciudad desconocida, a empezar una carrera nueva y después de una experiencia de odio intenso en la facultad de Derecho de Santiago, me propuse a mí mismo no ceder ante las intuiciones malas. Yo soy así, de primeras sensaciones, de primeras impresiones; por suerte, sé cambiar, claro. En este caso, Madrid me ha regalado muchas cosas en el plano de lo que no se puede palpar con las manos, de lo que no recoge los sentidos. Desde personas que han aparecido en mi vida a lo largo de este tiempo (amores a primera vista con hombres vascos) hasta sensaciones de "esto lo voy a hacer porque me da que sí" que antes experimentaba poco. Dirán, los listos, que eso se llama madurar. No sé cómo se llama, pero Madrid me lo ha dado. Un grupo de acciones que se encuadran en ese ámbito de lo espiritual, donde caben casualidades (con causa o sin ella), la suerte, el destino y las carreteras que se van formando a tu paso (como los juegos de coches de antes, donde el horizonte no existía, sino que se iba "creando" cuando llegabas a él... ¿me explico?).
Y cuatro años después, con sensaciones así en la mochila, se presenta una bifurcación en el camino. Sabía que iba a llegar, pero pensé que lo haría más tarde y de otra manera, la verdad, cuando las circunstancias fuesen otras. Ahora, caba la posibilidad de que cambie de ciudad para aceptar un trabajo y volver a Galicia. Es una posibilidad que está ahí. La de volver... Volver, con la frente marchita las nieves del tiempo platearon mi sien...
Eso sí, si me voy, que no lo sé, que no depende de mí (bueno, o sí), le puedo agradecer a Madrid muchas cosas, sobre todo las que no se atan a lo corporal y se quedan en lo espiritual. Las veces que las intuiciones me guiaron, los amores homosexuales (joder, quien lea esto...), las veces que no me guiaba con los ojos ni con la cabeza, los "me da que sí..." que me llevaron a navegar por Puertos en medio de una ciudad sin mar pero que respiraba un río. Y, si me marcho, que no lo sé, que no depende de mí (bueno, o sí), guardaré en una de las muchas cajas que me lleve todo eso y lo guardaré para no perderlo, por si no vuelvo, o por si vuelvo, para que sigan conmigo.
Unha aperta.
4 comentarios:
Coño! Ya han pasado 4 años y yo no te he hecho una visita en condiciones. ¿Y si me escapo el proximo finde? Será demasiado tarde.
Jamás será demasiado tarde para verte, querido. Ven con nosotros, ven
El frío invierno debe tocar a su fin. A por todas y no dejes de escribir. Un abrazo.
¿Y que va a ser de Madrid sin tu encanto homosexual?
El trabajo es lo que tiene, uno nunca sabe donde va a acabar, en Galicia, en Brasil o pernoctando cual vampiro.
Ya nos contarás cual será tu próximo destino.
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