Periodismo Muerto

Llevo más de un mes sin actualizar el blog. Las razones, muchas, supongo. Cada vez me cuesta más publicar lo que escribo y cada vez me cuesta más pensar que lo que se escribe significa algo. Y entre estos vaivenes, lo tengo claro: el periodismo ha muerto.

Hace unos meses, comiendo con mis padres en mi casa de Vigo, me retraté. Puse palabras a los sentimientos que llevaba tiempo acumulando en el estómago. "No soy periodista. Ni lo soy ni lo quiero ser". La estupefacción de mis padres desembocó en una pregunta: "Entonces, ¿qué quieres ser?". Era normal la reacción, por supuesto. Más que nada, porque siempre he dicho que mi sueño era ser periodista deportivo. Ahora que lo soy, o que juego a serlo y me pagan por ello, resulta que no lo soy. Más allá del trabalenguas confuso, está la realidad. Y no, no soy periodista.

Me dí cuenta en El País. ¿Información? ¿Actualidad? ¿Veracidad? ¿Instantaneidad? Esas palabras me sonaban a chino. Llevaban tiempo haciéndolo y cada día su significado se perdía más entre las caras de la redacción. Sinceramente, ser los primeros en dar una noticia, y más las que llegan desde las agencias (para los que no lo sepan, los medios tienen una emisión directa de noticias de agencia que hay que vigilar por si suena la liebre y hay más cosas para rellenar una página. Vamos, que es algo común y que está, en la profesión, fuera de toda sorpresa), me parecía una chorrada absoluta. Incluso, una razón onanista para darse palmaditas en la espada por parte de los grandes editores. Así que, importándome una mierda eso, mi perfil periodístico se venía abajo.

Si yo moría a lo largo de estos años era porque el periodismo estaba, para mí, muerto. Queda el rastro de lo que algún día fue. Pero ya no es. Vamos, que es, sí, claro que es, pero es otra cosa. Y el ser, como el estar, tienen la facilidad de mutar dependiendo del momento y el lugar. El periodismo es algo, pero es otra cosa que nada tiene que ver con lo que era antes. No voy a hablar del origen del periodismo porque es evidente: gente que quería contar cosas. Normalmente, de denuncia. Otras, de información; de ahí, las agencias de noticias. A partir de ahí, con el camino recién empezado, ya comenzó la cuesta abajo.

Y el periodismo como tal huele a podrido. Es el cadáver de un burro, ya putrefacto, que devoran los buitres. Es, como tantas otras cosas, una manera de ganar dinero. Vendrán los puristas a decir que no, que es tal y que es cual. Me parece genial, pero a mí no me la cuelan. Ni Gabilondo ni el otro, con todo el respeto profesional que le tengo a los Gabilondos y a los otros. Y en plena mortalidad acentuada, fallecía CNN+, uno de los resquicios lo más parecido a lo que yo entendía como periodismo.

Y en el deportivo, pues más de lo mismo. He llegado al hastío absoluto, al cansancio mental, al agotamiento psíquico. Hoy es, nada más y nada menos, un agujero para mandar granadas de mano de un lado al otro, encabronar a la gente y vender. Eso es lo que es. Nada más. Y me refiero al periodismo como tal. Es cierto que de ahí nacen grandes cosas, como historias, libros, artículos de opinión, programas de televisión. Pero el periodismo, en puridad, tiene el tufo del que no se limpia el culo desde hace siglos.

Ya casi ni me da pena. Sólo presencio ojiplático los desvaríos de la profesión, los nombres manchados y las manos ensangrentadas de tinta. Pero de tinta china, de la que desaparece al cabo de un rato. Porque digo esto, pero mañana no, y no pasa nada. Porque digo tonterías, pero mi excelso curriculum me hace invisible a las balas. Y eso cansa.

Está muerto. No mal enterrado, muerto. Por mucho que nos queramos engañar. Hay artículos maravillosos, escritores geniales, pero gran parte pertenecen a caras que insinúan gestos cadavéricos.

Por suerte, quedan sitios, como limbos, que desahogan la frustración de los que intentamos ser algo algún día. Incluso, sin conocer a las personas que se esconden detrás de los nombres, parece que quedan algunos cerebros con partes intactas, suficientes para darle cuerda a la realidad y mostrarla sin importar, de una vez, intereses empresariales espurios (toma epíteto que te crió).

De momento, no estoy enfangado. Creo que estoy fuera de ese círculo, gracias a Dios, por el trabajo que yo hago. De todas formas, si me llega el barro, si me da de comer, lo haré, para qué ser hipócrita. Pero, de todas formas, si no me llena la boca algún día, el mismísimo Maradona (o Messi, que es ahora el nuevo Dios; o el megamusculado CR7, por no herir sensibilidades) sabe que no pasará nada. Nada de nada.

Descanse en paz, si le dejan.

4 comentarios:

Yagoi dijo...

Eimen!

Yaiza dijo...

¿Y qué contestaste a tus padres cuando te preguntaron qué querías ser? Aunque supongo que esa siempre es una pregunta con trampa. ¿Quién sabe que lo que quiere ser hoy va a querer serlo para siempre?

Un abrazo!!

Mari_Polin dijo...

No está muerto aunque lo parezca y te lo razono. En un pequeño rincón norteafricano, se trabaja sin agencias y sin apenas convocatorias o notas de prensa. Cada día, desde las 10:00 horas, tu ingenio se pone a prueba para sacar tres páginas de la más absoluta nada. Y cada día se obra el milagro, algunas noticias son mejores y otras jamás pasarían una reunión de contenidos de un medio nacional pero la gente nos lee y me siento más periodista y más viva en estos cuatro meses que en los seis que estuve en Cuatro en mitad de cuatro paredes. Esto es una escuela y me servirá para afrontar con otra perspectiva lo que tenga que venir. Un abrazo.

M€ dijo...

Paulina... que siga respirando no tiene que ver para que no esté muerto. De todas formas, claro que tiene órganos intactos, pero, créeme, por lo general está muerto.

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