La Sombra

He conseguido acabar con mi pensamiento recurrente; lo he agarrado con mis propias manos y lo he estrangulado hasta que se quedó sin aire. Cayó al suelo al instante, con su cuerpo dibujando una mueca sobre la tarima flotante de mi habitación. Creo que fue hace poco, unos dos meses como mucho, cuando logré deshacerme de él. No recuerdo el momento exacto, la fecha, la hora o el lugar, pero sé que ha desaparecido de mi mente y que no me perturba desde ese tiempo.

La razón de su desaparición la tengo clara: un nombre. El pensamiento recurrente dejó de molestarme a la vez que aquel nombre se introducía por mis oídos y me retumbaba en la cabeza una y otra vez. Ahora, la sombra que proyectan sus letras es alargada y está colonizando cada vez más partes de mi cuerpo. Empezó por las manos; de hecho, un día una de ellas, la izquierda, no soportó la presión y comenzó a inflamarse. Se hinchó como un flotador mientras se adormecía poco a poco y un picor intenso se abalanzaba sobre las ramificaciones nerviosas de la palma y de la parte frontal de la mano. Duró algo así como un día, lo suficiente como para saber que algo iba a cambiar.

Pero, cronológicamente, el nombre aquel hizo acto de presencia en el incómodo me de noviembre, un día en el que no me lo esperaba. Yo estaba de pie, tranquilamente, tomándome una cerveza mientras la gente no era consciente de mi presencia. Ante la multitud de conversaciones que se dirigían por mi derecha, por mi izquierda y por delante de mí, me abstraje del ruido de aquel lugar durante unos segundos; fueron pocos, pero en mi maltrecho recuerdo se identifican con un espacio temporal mayor. Ante esa soledad buscada, que tantas veces encuentro, me desdoblé; salí de mi cuerpo y mantuve una conversación conmigo mismo.

M2: Mucho ruido, mucha gente… Mucho ruido, muchas nueces...

M: Sí. Veo que eres tan estúpido como yo…será que eres yo mismo.

M2: Creo que te gusta esa chica.

M: ¿Cuál?¿Ésa?

M2: No, Mauro, ‘ésa’ es un chico con melena. Me refiero a la que tienes justo delante.

Dirigí la mirada hacia el frente y ahí estaba. Aún no había escrito el post de ‘La parte de atrás’, pero aquella idea de enamorarme en un instante de una imagen compuesta por pelo, nuca, hombros y espalda estaba muy presente en mí desde hacía tiempo. Parece una chorrada, pero me parecía extrañamente romántico el deshacer ese nudo que supone la cara, los gestos y las manos para encontrar lo que buscaba en algo sin rostro, en una imagen que podría construir a mi antojo. Ella conversaba animadamente con los demás mientras daba pequeños sorbos a su bebida, sin saber que mis ojos se clavaban con fuerza en su espalda, . M2 seguía con la conversación.

M2: ¿No te habías dado cuenta? Ya llevas unos días luchando contra esto, creo que es hora de que lo reconozcas y te dejes llevar.

M: No sé de qué me estás hablando. Yo no lucho contra nada. Eres tú el que me acaba de poner en una extraña situación diciéndome esto.

M2: Mauro, te gusta.

M: ¿Sí?

M2: Que sí.

M: ¿Seguro?

M2: Segurísimo. Y lo entiendo.

Acto seguido, volví a la situación anterior. Las conversaciones pasaban por delante de mí, desde la derecha y desde la izquierda. Con una extraña sensación en el cuerpo, me reincorporé a la vida normal, al ambiente de fiesta, a las conversaciones de los demás para tratar de olvidar el extraño pasaje que había vivido.

Tardé tiempo en sentir algo parecido, pero ya el virus de aquel nombre había sembrado sus semillas dentro de mí y se estaban esparciendo por todo mi organismo, incubando una enfermedad incurable, por lo menos hasta este momento. Los meses pasaban, las salidas de fin de semana, las horas en la facultad… todo con ese perfume del recuerdo lejano de aquel momento. En esos días, aún luchaba contra mi pensamiento recurrente, pero su intensidad en mis acciones era menor, mucho menor que hacía unos meses.

La Navidad, los mensajes de fin de año, la vuelta a la rutina, los exámenes, los carnavales. Cualquier acontecimiento se relacionaba con el nombre y penetraba por mis oídos, por mis ojos y por el resto de sentidos como una humareda negra que intoxicaba mis órganos más vitales. Mientras, una sombra se iba apoderando de mí; una extraña falta de luz cubría poco a poco mi cuerpo como un manto gris. Empezó por los pies para continuar por los gemelos y, en esos días, se había hecho ya con mi cuadriceps.

Me veía atrapado en una historia en la que nunca era el protagonista. Me paraba a pensar si alguna vez me había pasado eso antes, y me di cuenta de que era la primera vez; era la primera vez que con el paso del tiempo un simple nombre se había hecho propio. Un común, un genérico había cobrado protagonismo, se había vestido con sus mejores galas y había salido a escena a representar el papel protagonista de mi vida mientras yo era un simple espectador de aquel acontecimiento sin precedentes en mi vida.

Otros nombres antes habían tenido importancia en mi vida, pero su influencia en mí había llegado de otra manera, más pausada, más intencionada por mi parte. En este caso, había acelerado como un deportivo que espera con ansia el verde en el semáforo y se había colocado en primer lugar, quizás demasiado lejos de mí. Ya me habían avisado de lo peligroso que era eso, que algo que no signifique nada para ti se convierta en una razón. Me refiero a una razón en mayúsculas (una RAZÓN, por tanto), algo que te impulsa, que te hace afrontar las cosas desde otra perspectiva. El peligro estaba ahí fuera, pero era como un imán que me atraía con una fuerza que no sentía desde hacía mucho tiempo.

En los meses en que aquella sombra se alimentaba de mi interior y se hacía más grande yo era muy escéptico. Trataba de auto convencerme de que aquello no era real, que era sólo un momento temporal con fecha de caducidad. Cada vez que trataba de alejarme, M2 aparecía detrás para sujetarme del brazo y no dejarme escapar de todo. Me sumergí en los libros, en los textos, en las canciones, buscando el alivio, pensando que el olvido es un punto fácil de alcanzar, que no hay mayor desprecio que el no aprecio…pero no pude. Caí.

Otra vez; yo estaba de pie, tranquilamente, tomándome una cerveza mientras la gente no era consciente de mi presencia. Todos ocultos en los disfraces que nos ponemos por las noches para no aparentar lo que somos por el día, no había nada más simbólico para reconocer mi derrota. Si aún ocultando nuestras caras, nuestras personalidades, la sombra seguía ahí es que era más preocupante de lo que me hubiese imaginado. Y así fue; ese día, el nombre se escribió en mayúsculas y sólo hizo falta una conversación ridícula alimentada con ruido de música patética para que el puñal de la realidad se clavase en mi espalda sin ningún tipo de miramiento.

Los meses siguientes fueron lo más parecido a una larga noche de piedra. El gris y la sombra se posaban ya sobre mis hombros para hacer más lento mi paso y el transcurrir del tiempo se identificó con aquella pesadumbre. Las noches no se diferenciaban de los días y el sueño ocupaba la mayor parte de mi cuerpo. Esa mezcla explosiva de somnolencia y humo gris me dejó maltrecho, tirado en la cuneta de alguna carretera nacional, esperando a que los perros callejeros encontrasen mi cuerpo putrefacto e hiciesen un festín en honor del nombre que me había derribado.

Mi hojalata, la que cubre mi tronco, se reblandeció con la lluvia y se volvió maleable. Un simple viento rezagado en cualquier esquina me partía por la mitad y tenía que volver a reconstruirme de nuevo.

Ahora ya estoy mejor. Me he acostumbrado a vivir con la sombra. He decidido hacerme su amigo, acercarme a ella y tratar de convencerla para que me mate de una vez o para que me deje en paz. Y en eso estamos...

14 comentarios:

Anónimo dijo...

A Mauro le gusta una chica, a Mauro le gusta una chica...¿pero no era gay?

M€ dijo...

¿Cuando he dicho yo que es una chica? Ah, coño, acabo de releer el texto y sí que lo digo, mierda.
Por cierto, no quiero anónimos, maldita sea. Que no, hombre. O mujer.

Anónimo dijo...

Joder, creo que estoy en tu situacion y no se muy bien que hacer. Lo peor es que cuando nos vamos de cañas ella se pasa las horas con abrazos y besuqueos que lo unico que hacen es bolverme loco

Anónimo dijo...

¿Peter pan? ¿Quien es la wendy que coserá tu sombra? ¿o bien no he entendido nada?

M€ dijo...

Oh, excelente aportación, Enrico. Una persona tan poética como tú ha sacado una excelente metáfora de mi estúpido texto. Le felicito. Le debo una cerveza, pués.

Uno, el brikindans.

M€ dijo...

Eres tú, soy yo. ¿Qué tal?

Anónimo dijo...

Que asi sea, pués.

Dos, el cruzaito.

Anónimo dijo...

me parece q se kien es...

M€ dijo...

Tú que coño vas a saber. Y firmad los comentarios, cojones. Perdón, no quería parecer agresivo.

Anónimo dijo...

escribes de forma similar a como yo lo hago

M€ dijo...

¿Millás? ¿Eres tú? ¿Es de Martes y 13? Qué bien.

Anónimo dijo...

O sea, que te dió calabazas? Vaya hombre... buah, pues yo creo que un par de conversaciones ridículas más y un toque de "castiga, castiga..." y llamarás su atención. Aunque no sé en qué sentido (si en el de atarte a su cama o llamar a la policía mientras intentas sacarte el aerosol de los ojos...) Otra cosa es que merezca la pena, claro. Pero si es así, piensa que Indiana Jones no se rindió cuando lo vacilaba el arqueólogo guay de los nazis y se ligó a la chica; ni el T-800 se dejó amilanar por el T-1000 y al final se enrolló con John Connor, que era un menor además. Así son las pelis, y en tu peli... tú eres el protagonista!!!!!

(Esto ha dado mucho asco, no?)

(pues que os den)

Anónimo dijo...

Ya no leerás comentarios de entradas antiguas, pero por si lo lees, me encanta esta, la declaro mi favorita, por muchos motivos. Principalmente porque no pareces gilipollas. Que las sombras sean luz, y si siguen siendo sombras, que te alimenten. No todo es de coña en la vida, ¿no? Suerte.
Elena.

M€ dijo...

Al final la sombra me mató.

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