Graduorlado

Ayer, sábado, me graduorlé ficticiamente en la carrera de Periodismo. Después de algo más de dos años de compartir algo más que las aulas, nos reunimos unos dieciseis compañeros de clase en el Hotel Tryp Atocha y llevamos a nuestros padres (y padras, y personas importantes) hasta allí para cenar todos juntos y hacer un acto de licenciatura (orla canaria) ficticio. Las razones, varias:

1.- Porque la excelentísima Universidad Carlos III no celebra actos de licenciatura de esos que no son superoficiales; esto significa que o acabas la carrera o no puedes asistir al acto de licenciatura. Además es lo más rígido del mundo: ni discursos ni chorradas. Vas allí y te plantan un diploma o lo que sea y te vas a casa. Vamos, como ir un día al médico a que te hagan una revisión.

2.- Estos dos años han sido una especie de Gran Hermano (VIP). Las horas de clase, las horas en la facultad, las horas en los bares, las horas en las casas, las horas en la cafetería, las horas en las calles, las horas en las aulas de informática.... demasiadas horas como para no rozarte y hacer el cariño con unas cuantas personas. Había días que nos pasábamos de 9 de la mañana a 8 de la tarde juntos, y luego el viaje de vuelta a casa. Y las cámaras ya las tenían el señor Pedrero y el señor Miguel Vázquez.


3.- Acercar a esas personas que sólo habían compartido de oídas nuestras historias a lo que estaba siendo nuestro mundo particular. Que pusiesen cara, voz y cuerpo a los nombres y que se quedasen un poco prendados de lo que nos había enganchado a nosotros.


Con todos esto teníamos que cerrar esa etapa de alguna manera. De hecho, algunos se irán en unos meses, otros trabajan tanto que es imposible verles, otros desaparecen por épocas... había que detener el tiempo en una noche. Y así lo hicimos.


No estábamos todos lo que éramos el Grupo 33, pero sí que éramos el Grupo 33 los que estábamos (es cierto que sí que faltó alguno). Ese límite numérico que se impuso por la "fuerza" de algunas opiniones y que generó algún que otro disgusto fue, quizás, la única mancha de todo esto. Pero ya está lavada.


Teníamos la suerte de que nos conocíamos todos lo suficiente como para inmiscuir en la celebración a todos (y tocar las narices por igual). También teníamos la suerte de que aquel Grupo fraccionado tenía un poco de todo: desde actores hasta directores, pasando por escritores, periodistas, encantadores y trabajadores. Sumando esas virtudes, raro sería que saliese algo mal.


El acto en sí no lo voy a contar. No voy a contar cómo lo hicieron los presentadores a los que les temblaba un poco el papel del guión en la mano y no se les entendía por pegarse el micro a la boca; tampoco voy a contar cómo aparecieron unos vídeos perfectamente rodados, actuados y montados en los que, por un lado, unos chicos hacían referencia a un curioso juego que nació en un pueblo, y por otro, un peligroso ser estaba suelto por la facultad... el Prerredáctor. O de los sorprendentes vídeos de profesores hablando de ese Grupo, cuando se notaba perfectamente que muchos no sabían de qué hablaban...


Tampoco haré referencia al perfecto Powerpoint que servía de base para la trigésimotercera edición de los Dragones de Oro, que trasladaba el mismísimo glamour de Hollywood hasta aquel salón; mucho menos hablaré del otro Powerpoint en el que se unían los primeros años con los últimos (de la infancia a la orla), y tampoco de las fotos constantes que parecían trasladarnos a los años ya vividos mientras sonaban canciones que ya reconocemos como parte de algunas historias.

No me apetece hablar de los premios en sí, de las nominaciones, de las películas, de las interjecciones, de los discursos (preparados o improvisados, largos o cortos, humorísticos o emotivos...), de algunas miradas emocionadas de padres que observaban a sus hijos recoger un extraño dragón que acreditaba sus años en ese Grupo. Ni del disurso de la delegada; no diré que dijo lo que tenía que decir, que lo contó como se tenía que contar y que olvidó lo que tenía que olvidar.


Y mucho menos contaré como esos dieciseis personajes cantaron el Himno 33 como si les fuese la vida en ello, ni como se consiguió resumir dos años en unas horas, ni como esas horas se hicieron minutos, ni como continuamos la noche juntos hasta que los últimos churros se acabaron del plato.


Sólo hablaré de las personas. Las que lo hicieron posible. Las que formaron parte de todo esto. Las que se subieron a un cercanías, las que quieren cambiar el mundo actuando, las que se conocen el ABC de las cosas, las que sorprenden cada día, las que planifican con años de antelación, las que no saben ni lo que hacen, las que hablan demasiado, las que callan mucho, las que piensan para escribir y las que escriben para pensar, las que susurran a los micrófonos, las que autofotografían su vida, las que quieren dirigir, las que no saben qué decir, las que ganaron al entrar por la puerta, las que perdieron el miedo al cruzarla, las que cambiaron, las que no cambiarán, las que quieren que la gente cambie, las que comunican, las que sienten, las que pronto se irán, las que siempre quedarán.

Sólo hablaría de esas personas que resumen estos últimos dos años. Pero no hay suficiente espacio para eso.

33 besos a todos.

10 comentarios:

Héctor dijo...

La verdad que para no hablar de nada en particular, es un buen "no análisis" de todo lo que pasó en la noche de ayer, noche que no creo que olvidemos ninguno de los treintaytreseros asistentes.

Un abrazo Maurinho

Anónimo dijo...

Una vida en un suspiro, un suspiro por la vida. Un brindis por las personas que hacen que ese grupo 33 tenga esa identidad, tan variable, tan diferente, tan única, tan inevitablemente recordada con melancolía (incluso cuando está pasando).

1000besos

Anónimo dijo...

Y nos vamos a ver, o a leer, o escuchar, aunque no queramos, y alguna vez queriendo, también...estoy segur@.

¿Qué más decir? 1033 besos.

Anónimo dijo...

No, no hay suficiente espacio aquí, ni en una entrada, ni en un mensaje... "eso" no cabe ni siquiera en las palabras. Quizás quepa en una canción, en el último churro de ese plato, en un olor que llega desde esa calle cercana, en una gota de sudor, o en una mirada a través del cristal empañado... o no.

Anónimo dijo...

Ese gran personaje llamado anónimo lo ha clavado: la inevitable melancolía estaba presente en ese preciso instante en que estábamos viviendo LA NOCHE, pues ya sabíamos que la recordaríamos siempre. Me niego a pensar que algunos os vais a ir de Madrid, de nuestro Madrid. Una propuesta: Fundamos un periódico, radio o TV del GRUPO 33?? Y así siempre trabajamos juntos...

Mauro, eres el alma de este grupo inolvidable.

Besos y abrazos malávicos.

Anónimo dijo...

Por supuesto que no lo vamos a olvidar. Elegante "no análisis". Realmente fue una noche mágica gracias al trabajo de mucha gente. Al grupo 33 todavía le quedan grandísimos momentos por compartir.
Besos.

Alnitak dijo...

Lágrimas, pero lágrimas de felicidad son las que caen por mis mejillas al ver por escrito los mismos sentimientos que yo tengo que me hacen sonreir y que hicieron que el sábado por la noche me enamorara de todos ustedes para siempre.

A Malavia, ¿acaso pensabas que la Davi iba a dejar que esto acabase sin que nos uniéramos para siempre en un proyecto común? Algunos ya saben que llevo meses trabajando en una pequeña sorpresilla para los que quieran compartirla, pero no tener internet está retrasando la presentación, aunque llegará, lo prometo. Eso sí, aunque Tomás piense que yo les voy a hacer ricos, no esperen demasiado, que no puedo hacer magia.

Anónimo dijo...

No, seguramente no haya espacio para hablar de las personas, porque a las personas es mejor sentirlas. Por eso la noche del sábado fue tan especial, porque nos sentimos mucho. Y esos sentimientos, que se han ido construyendo durante mucho tiempo, ya no se van a ir nunca de nosotros.
Gracias por una noche llena de momentos inolvidables: de abrazos bailando, de besos a través de un cristal, de canciones intentando cantar, de miradas, de secretos al oído,... de vosotros.
Un besito
Maurinho, ha sido un análisis perfecto, como no podía ser de otra manera viniendo del alma de este grupo. Te quiero
Davi, sea lo que sea lo que estás preparando, yo me apunto. Viniendo de tu increíble cabecita será genial.

Anónimo dijo...

Mi más sincera enhorabuena.

¿Y ahora qué, Sr. M€?


P.D: Yo sigo con la oposición y tengo la esperanza de obtener una plaza en la próxima convocatoria (amén de otros proyectos personales en ámbitos varios). Eso sí, habrá que darle muy duro los meses venideros... Buff...

Anónimo dijo...

Muy emotivo Mauro. Me alegra que lo disfrutaras como el que más y seas tan generoso para compartirlo. El 33 es nuestro niño, tenemos que cuidarlo y tu has hecho mucho por ello. Comprometido, y no solo de palabra o corazón, ayudaste a darle cuerpo a una noche especial que todos los presentes tuvimos ocasión de disfrutar. Valoro el compromiso de todos y reconozco el esfuerzo de quienes hicieron posible esa noche pero este es tu blog y estas palabras si que son para ti... Quiere, valora y cuida a aquellos por los que luchas, te importan o te has preocupado y siempre los tendrás a tu lado. Y en esa sala, aquella noche, estábamos muchos que te queremos. No te cuento nada que no sepas.

Un abrazo tío,
Alberto.

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