El Señor Tiempo

El tiempo, dicen, es oro; da y quita razones; pone a cada uno en su lugar; es un bien muy preciado. El viernes me vi las caras con el Tiempo, con el Señor Tiempo. Hablamos, negociamos y cedió a mis peticiones.

Eran las 6:20 de la madrugada. Yo había puesto el despertador para levantarme a esa hora porque tenía que coger un vuelo a Barcelona. Me iba de fin de semana relámpago a la ciudad condal para ver a mi hermana y pasearme por esas calles modernistas y tal que siempre me han gustado tanto. A esa misma hora, las 6:20, se activó el despertador de mi móvil.

El teléfono empezó a vibrar sobre la mesilla, generando un ruido estremecedor para alguien que está totalmente sumergido en otros mundos, como era mi caso. Estiré el brazo, apreté a oscuras y por intuición un botón y el ruido cesó. El móvil se quedó iluminado y pude entrever, entre las luces y las sombras de mi habitación, una figura. Enfoqué el móvil hacia ella y me encontré con el Señor Tiempo.

"Regáleme diez minutos, por favor", le dije. "No, no puedo regalarte el tiempo. Eso es algo que avanza sin compasión y ni yo puedo ir por ahí regalándolo como si tal cosa". Me volví a tumbar sobre la cama, apoyé mi cabeza en la almohada y resoplé. "Lo siento, sé que te gustaría poder manejarme, pero no hay ninguna posibilidad de que lo hagas. Ni tú ni nadie". El Señor Tiempo se sentó a mi lado y comenzó a hacerme gestos para que me levantase de una vez y me fuese al baño a darme una ducha para salir al aeropuerto. Yo me puse en plan negociador.

"Vale, entiendo que no me regale esos diez minutos. Lo entiendo, en serio. Pero tenga en cuenta que yo soy muy respetuoso con usted. Siempre lo trato con coherencia, soy amable y muy precavido con usted. De hecho, suelo llegar antes de la hora a las citas para que no se malgaste". "En eso tienes razón, pequeño", asintió. "Mire, vamos a hacer un trato: por los servicios prestados a su causa, no me regale esos diez minutos, pero detenga el tiempo. Deténgalo diez minutos y no pasará nada. De hecho, no se lo contaré a nadie (sólo lo escribiré en el blog como algo que nunca ha pasado)". El Señor Tiempo accedió. El tiempo se detuvo y comenzó una vibrante cuenta atrás.

En esos minutos lo fui todo. Traté de aprovecharlos como si fueran los últimos de mi vida. Los agarré, los acaricié, los retorcí, los abracé con fuerza, incluso traté de no soltarlos por si el Señor Tiempo me concedía otros diez. Desenmarañé los secretos que se escondían entre mis sábanas mientras se agitaban como pájaros que alzan un vuelo de varios meses. Sabía que era lo que había. Sólo tenía diez minutos y ninguno más y quizás fuera la única vez que el Señor Tiempo me concediese aquel privilegio de poder soñar con el tiempo parado.

Fueron diez minutos, pero fueron los más intensos. Y nunca me podré arrepentir de haberlos aprovechado y exprimido hasta el último segundo de aquella cuenta atrás.

A dormir todos ya, hombre.

5 comentarios:

Elena Guevara dijo...

Ahora soy yo la que digo... caca. Me ha encantado, y ese señor vino a verme y no conseguí ni un segundo, ¿tienes enchufe?...

Yaiza dijo...

Detenerlo todo 10 minutos en el momento adecuado debe ser una gozada. Yo le debo horas o, incluso me atrevería a decir que días, al señor del tiempo.

Él es que se codea sólo con seres importantes (reales o ficticios), mi niña.

Un besito!

M€ dijo...

Perdona, "el señor del tiempo" es Montes de Oca. Éste era el "Seór Tiempo".

Alnitak dijo...

Yo no tengo enchufe, pero estoy disfrutando de estas semanas de tiempo libre que se me acabaran pronto. Ya me avisó el señor éste...

Anónimo dijo...

Yo me llevo fatal con el Senor Tiempo. Nunca nos hemos entendido bien, intentamos dominarnos el uno al otro y, claro, asi no se puede. Pero no me extrana que tu le caigas bien, debes ser uno de sus alumnos mas aventajados.

Estoy con Lola y con Elena, me ha encantado. Es raro, pero genial.
Y muy intenso... hiciste bien en aprovechar esos diez minutos.
No sabes si habra otros diez minutos, pero esos ya no te los puede quitar nadie.
Quiza ahora toque sonar pero sin parar el tiempo.

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