Ha muerto. Se ha ido y ni siquiera pude despedirme de él. Los minutos que tardé en ducharme fueron los últimos en los que fue capaz de respirar y durante los que sus entrañas sufrieron un ataque de alguna enfermedad que aún está por descubrir. Cuando volví, empapado en la culpa, yacía sobre mi cama inerte, sin vida, sin luz.
Era por la mañana y lo había encendido para escuchar un par de canciones que me apetecía escuchar. Se hacía tarde, casi la hora de comer y decidí que era el momento de apagarlo y asearme un poco para comer y disponerme a pasar una tarde completita llena de partidos de fútbol gracias a ese invento llamado Gol Tv que me da la vida en mis días de paro. Y así lo hice; pulsé el botón y se despidió de mí. "Goodbye". Lo dejé sobre la cama y, antes de salir de la habitación, le dije: "Luego te cargo, que quiero escuchar sin que se termine la batería el partido del Barça". Le guiñé un ojo y me giré.
En el tiempo que tardé en ducharme no sé qué pasó, la verdad. Me lo imagino derrotado sobre el edredón, llorando porque no había nadie con él en sus últimos momentos, nadie que le agarrase y le sujetase, que le dijese que no pasaba nada, que todo iba a salir bien, que aguantase como un machote, nadie que pudiese tapar su hemorragia eléctrica ni que le hiciese un torniquete a su batería para evitar más pérdidas de ese aceite de la vida. Nadie estaba con él, sólo la oscuridad de una habitación.
Si llego a saber que era la última vez que iba a hablar con él le hubiese dicho todo lo que ha significado para mí, todo lo que me ha dado sin pedir nada a cambio, sólo que lo cargase de vez en cuando. Todas las canciones que hemos cantado juntos, todas las canciones que hemos compartido con ilusión. "Mira, mp3, he conseguido esta versión y esta en directo. Y voy a borrar ya el disco de Alejandro Sanz, que últimamente me cae mal, sobre todo desde que me he enterado de la historia esa de una botella en el culo". Al verlo sin vida, mil recuerdos se agolparon en mi cabeza, como flashes de una vida que duró un año y tres meses. Los paseos, las esperas, las calles de Madrid, de Vigo, los viajes en autobús, aquella playa compartida, los cascos que han pasado por nuestra vida y que no habían logrado separarnos... Demasiados recuerdos como para seguir adelante.
Después de su muerte, una voz me dijo que no me preocupase, que aprendería a olvidarlo y a querer a otro, que siempre pasaba así. "El tiempo lo cura todo". Puede ser... Admito que ya había vivido una situación similar cuando lo dejé, esta vez por propia voluntad, con mi anterior mp3. Él fallaba mucho y ya no existía conexión entre nosotros ni con mi ordenador. Y los inicios fueron complicados; yo estaba acostumbrado a otro, a otra rutina, las canciones no me sonaban igual y después de una relación larga es complicado volver a adaptarte a otro. Pero lo conseguimos con el esfuerzo de los dos. Y fuimos felices, muy felices. Pero ahora comenzaba un nuevo camino. Tenía que poner punto final y seguir avanzando, no quedarme estancado en el reflejo de su cuerpo negro y su pantallita.
Ahora estoy con los trámites del entierro: conseguir la garantía o un documento que confirme la antigüedad de nuestra relación, acudir al Corte Inglés para que me hagan la lápida y no sé, conocer a otro. Lo bueno es que he visto a alguno de sus hermanos en el mostrador y supongo que a él le haría ilusión que estuviese con alguno de ellos.
Todo se verá. En fin, descanse en paz, mi ex mp3.
Casualidades
Hace 2 años
2 comentarios:
diox a mí me pasó lo mismo con aquel movil. motorolin se llamaba.
cuantos recuerdos, pobrecito, superó un naufragio en una cacerola de sopa, para acabar devorado por mi perro...
te acompaño en el sentimiento :P
Te leimos Maria José y yo, nos hiciste pasar un buen rato con esta historia, gracias. Un abrazo.
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