Él se dio cuenta de que los verbos copulativos se habían apoderado de su vida. El primer día que se percató fue cuando escuchó a un extranjero decir: "Yo soy muy contento aquí". Acto seguido, después de lo chirriante que le resultó aquella construcción, se paró a analizarla durante algunos minutos. Aquel personajillo pelirrojo y de mejillas sonrosadas que degustaba una pinta en aquel irlandés le había abierto una nueva dimensión.
Se preguntó: "¿Estoy contento? Y lo más importante, ¿soy contento?". A su pregunta no encontró respuesta, más que nada porque la había formulado mentalmente mientras apuraba un cigarro al son de las conversaciones de sus amigos; el problema era que él tampoco era capaz de contestarse a sí mismo. Para facilitarse las cosas (él era así, se hacía trampas a él mismo para caer en la autocomplacencia), modificó la frase. "¿Estoy feliz? ¿Soy feliz?".
A ambas preguntas respondió que sí: estaba feliz en ese momento, reunido con sus mejores amigos viendo pasar a chicas Erasmus disfrazadas para aquella noche; y era feliz, en general, tenía todo lo que podía querer, por lo menos de momento. Así que, resuelto el segundo dilema, volvió con el primero. "¿Soy contento?". Que estaba contento era evidente, porque existía una vinculación directa entre la felicidad en la que estaba y lo contento. Pero, ¿lo era? ¿Qué significaba ser contento? Nada, se respondió a sí mismo para integrarse de nuevo en el grupo y dejar de pensar tonterías.
Pero no paró ahí. Algo le decía que no era contento. Que lo estaba, pero que no lo era. Y surgió, desde algún lugar profundo y oscuro, la convicción de que tampoco era feliz. Y la razón la encontró en aquellos verbos. Se dio cuenta de la gran diferencia entre "ser" y "estar". Rápidamente le vino a la cabeza el nombre de aquella chica.
Cuatro meses habían pasado desde que la conoció; cuatro meses en los que habían estado "juntos". Sí, él entrecomillaba aquel estado. Cuando alguien le preguntaba por ella, él respondía con evasivas, como si hablase de una extraña, ni siquiera de una amiga. No le apetecía definir absolutamente nada: novios, pareja, salir con, estar con... En ese instante cayó en la cuenta: quería estar. Simple y llanamente, estar. Nada más y nada menos que estar. Pero ella quería ser. Ser todo y serlo para todo. Ser.
La disyuntiva verbal que se le presentaba le aclaraba el panorama. Los verbos se separaban y definían más aquella indecisión. El "estar" no conllevaba gran cosa en ese caso, simplemente el actuar en determinados momentos. El "ser" sí que tenía repercusiones más profundas, anhelos de algo, pretensiones que a él se le escapaban de las manos. En ese momento, recordó que esos verbos se llamaban verbos copulativos. Copulativos.
De latín "copula", que significaba "unión", "lazo". Él veía la unión, qué remedio le quedaba, pero le agobiaba el lazo. Y que existiese cópula no tenía por qué significar que se tuviesen que unir sus sintagmas nominales y verbales a través de aquel lazo. Simplemente quería buscar oraciones sin sentido, sin mucho significado, que no tuviesen peso específico de por sí, sino juntándolas todas.
Más verbos copulativos que se vinculaban en su memoria. "Recordad, niños, los verbos copulativos son: ser, estar, parecer y semejar", retumaba la voz de su profesora del colegio, con olor a tiza y mandilón. "Parecer" y "semejar". En su vida copulativa estaba harto de parecer algo, no quería estar forzado a parecer o a semejar sus sentimientos. Casualmente, estaba pareciendo y semejando, pero no era lo que parecía ni lo que semejaba.
Le dio un trago a su cerveza, se sacudió la cabeza como el que acaba de saturar su cerebro con demasiada información y, al paso de una danesa, gritó: "Eeeeeeh, mirad a esa chica. Eh, ¿te tomas una cerveza con nosotros?". "Estás un gañán", dijo ella en su mal español.
Casualidades
Hace 2 años
13 comentarios:
Parece que la melancolía está en tu vida, cuando tus palabras son tan semejantes a ti, aunque con ironía.
Soy sonriendo, so beautiful.
¿Melancolía? Prefiero no decirte en qué habitación de la casa (sólo te digo que se le suele llamar cuarto de...) se me ocurrió esta gilipollez. Pero gracias, soy contento de que te guste.
Maldita Sea! Desde los albores de los tiempos, alli en aquellos días que eras una sorpresa para mi, pues apenas te conocía, ya sabía que eres un tonto romantico. Viva el romanticismo.
Soy Atento.
¿Pero qué romanticismo se saca de aquí? Esta es la historia de un tío cerdo que no quiere que le den la brasa. Sólo quiere copular desde el verbo estar, pero no quiere llegar a ser. ¿Eso es romántico? En ese caso, me declaro culpable.
Sí, sí, romántico y melancólico, ya no sabes ni lo que escribes, y te diré una cosa ¿dónde se le ocurrió el condesador de fluzo a Doc? Aja.
PD: Para más inri te diré otra, en teatro se dice "estar" en el personaje y no "ser". El que -está-está vivo el que -es- sólo lo piensa.
El mono, aunque se vista de seda, romantico se queda. (No es así pero para el caso sirve). Libera tu romanticismo amigo picatoste, libera tu romanticismo.
Atentamente
Iros a copular con los verbos...
Creo que este post no es mas que publicidad subliminal sobre la radio de tu empresa, la cadena estar.
Tryagoi, me has sacado las palabras de las teclas
Mantengo lo que pensaba, eres un grande M€.
Vaya, Yagoi, eres un avispado. Todo nace de un mal chiste que se me ocurrió y que tú has revelado, maldito nuevo nuevo guapo.
Yo soy y estoy feliz pero no estoy ni soy contenta, lo tengo claro. Es muy sencillo M€ a estas alturas ya deberías saber la diferencia... ;-)
Lo curioso es que yo la sé, el que no la sabe es el chico de la historia (porque no soy yo, ¿alguien se ha dado de cuennn?).
Yo soy y estoy guapo, eso lo tengo clarísimo.
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