Memoria Selectiva

Como son las cosas. Empecé a escribir sobre un tema y cuando me he dado cuenta, me había desviado totalmente del origen y ya estaba hablando de otra cosa... Es lo que tiene la memoria, que es capaz de vincular imágenes que no tienen nada que ver. Asociación de ideas que son difíciles de explicar a otra persona porque, por mucho que lo intentes, no lo va a entender.

Y me he dado cuenta de esa llamada memoria selectiva. Se supone que recordamos lo que queremos, lo que nos interesa, lo que nos va a servir algún día... Pues yo no. En serio. Y todo nace por culpa de El canto del Loco. Sí, ese grupo de música para tías esquizofrénicas con la cara pintada con los colores de la guerra; la guerra por a ver quién grita más. Todo por su maldita culpa. "Estados de ánimo". Pensaba en estados de ánimo con el fin de encauzar el post que estaba escribiendo. Lo tuve que dejar. De repente, me vi recordando que "El canto del Loco" tiene un disco que se llama así. No me preguntéis más; ni por qué lo sé ni qué canciones tiene ese disco ni la portada ni de qué año es. Nada, porque no lo sé. Sólo sé que existe y ya está. Me parece suficiente.

Pues bien, me he dado cuenta de lo inútil que es mi memoria. ¿Para qué recordar el nombre de algo que ni conoces? Mira que tengo cosas que recordar y que me gustaría, pero nada. El Canto del Loco (es evidente que ni tengo claro cómo se escribe, cuál es mayúscula y cuál no). Es lo mismo que me pasaba en quinto o sexto de E.G.B. Me sabía algunas canciones de Alejandro Sanz y de Laura Pausini. Soy capaz de recordar mentalmente la de "Se fue" y la de "Se le apagó la luz". La razón, también desconocida. Juro que nunca he escuchado la canción solo; me refiero a en mi habitación, con los cascos. En serio, lo juro, pero me la sé. Más o menos, pero sí.

Y tirando del hilo de mi memoria, me reconocí en cuarto de E.G.B. Y me acordé de la chica que me gustaba y de cómo me armé de valor para decirle que me gustaba. Era mi compañera. Me giré, la miré, dije su nombre, se giró y le dije: "... ¿me dejas la goma de borrar?". Sí, ella nunca lo supo, pero recibió la mejor declaración de amor posible. Por lo menos la única que era posible para mí en ese momento.

Y de la goma de borrar de aquella chica viajo hasta Gijón y su calle Corrida. Yo, en pantalón corto, lloro desconsolado al lado de una alcantarilla. ¿Qué pasaba? Que mi goma de borrar Milán, de esas que te daban ganas de morder (y que mordía) y a la que le había cogido DEMASIADO cariño por lo que intuyo, se había colado entre los barrotes de aquellas malvadas fauces. "¡¡Mi gomita!!", gritaba desconsolado. Y ese chillido me traslada al coche de mis padres, con la ventana abierta, el brazo por fuera y mi mano sujetando una visera. El coche acelera, no puedo retenerla y sale volando. El desconsuelo, el mismo. "¡¡Mi gorrita!!", volvía a vocifear mientras mis padres hacían lo posible por conseguir que me olvidase de tal desgracia.

La memoria selectiva me cubre y yo, delante del ordenador, soy incapaz de entender por qué sólo me lleva a episodios ridículos de mi vida en orden descendiente. Así que me sabía canciones de la Pausini y del señor Sanz, me declaraba a las chicas pidiendo utensilios de clase y gritaba cosas en diminutivo a las que les daba un valor claramente excesivo y fuera de lugar.

Odio mi memoria selectiva. Y más al Canto del Loco, que todo esto es por su culpa.

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