Corría el año 1998 y en boca de todos estaba aquella horrible expresión con la que se definía un estado de ánimo o una actitud: el "buen rollo". Las cosas se hacían "de buen rollo", te daban "buen rollo" o se decían "de buen rollo". Ante esa moda, yo, que soy un hortera pero tengo mis límites, marqué otra expresión en mi vocabulario; las cosas me daban "buen Karma". Esa tontería la trasladé a mi círculo cercano, aunque sólo trascendió y fue determinante en la vida de una persona: el gran Dani C.M. Él expandió la palabra por Santiago hasta el inquietante punto de definir a sus amigos de Física como "Los Karmáticos" y componer una canción a capella que hablaba de los chakras, de cómo se abrían y de cómo el Karma era guay.
A lo largo de estos años, 'Me llamo Earl' ha sido otro punto clave en el conocimiento de algo tan etéreo como el Karma. Antes de la serie, yo ya creía en él, en la 'Justicia Poética' y toda clase de tonterías que me ayudase a salir de la rutina y me explicase la razón de mi desazón por la vida. Pero, a veces, no es suficiente con creer. Como la protagonista de 'Dogma', hasta que no se me apareció el mensajero del Karma, no fui consciente de la realidad.
Fue una mañana de abril. Salía de la ducha y me asaltó en el pasillo. Tomó forma humana (originariamente era una mota de polvo) y soltó un berrido que me dejó tieso (además de acojonado y cagado literalmente).
Voz del Karma: No te asustes; soy la voz del Karma. Me ha enviado aquí porque te vemos con poca fe últimamente. Tío, vamos a ver, ¿qué te pasa? ¿No te das cuenta de que nuestro archienemigo la Inercia (cuando nombraba al Innombrable, una música de tensión sonaba en el ambiente) te vuelve a ganar la partida? Tienes que reaccionar.
Mauro: Ya, ¿pero cómo? No sé si el Karma, tú y toda vuestra panda de frikis sois conscientes de que voy a cumplir 29 años y mi vida no es precisamente como yo pensaba. Todo cuesta mucho más de lo que debería, y no es justo, coño. Además, he rezado a la Justicia Poética y tampoco me ha hecho mucho caso...
VdK: Quejica... Vamos a ver, chaval. Estás quejándote todo el día y no haces nada para que actuemos. El Karma es un friki, peor que yo, que soy una mota de polvo que se convierte en hombre en medio del pasillo delante de un tío recién salido de la ducha (por cierto, tápate que se te ve el pajarito), así que deberás realizar algún tipo de sacrificio extraño, un ritual absurdo para que se ponga en acción. Es cierto que has acumulado méritos, pero tienes que hacer una señal. ¿Tú te crees que esas bengalas horteras que lanzan los barcos cuando se pierden son para llamar la atención de un humano? ¡¡Nooooooooooo!! Es que el Karma flipa con esas cosas.
M: Ah... pues justamente estaba pensado mientras me duchaba que no me apetecía hacer nada especial por mi cumpleaños por mi situación. De hecho, estaba pensando en hacer un funeral.
VdK: Mira, esa es una buena idea. Hazlo, muérete y vuelve a nacer. Resurge de tus cenizas como el Ave Fénix (muy colega del Karma, por cierto, que juegan al paddle todas las semanas). En serio, actúa, amigo, y serás recompensado. Eso sí, todo lo bueno que te pase a partir de ahí deberás agradecérselo al Karma.
M: Vale lo haré. Por cierto, a ti también se te ve el pajarito. Es muy bonito, ¿un periquito Spangle? Maravill...
Y desapareció. Yo me puse manos a la obra. Decidí que para vivir como vivía, era mejor fallecer. Qué mejor que elegir uno el momento de su muerte y ver, por ejemplo, quiénes vienen a tu funeral... Es cierto que vino demasiada poca gente; que si me coincide con otro cumpleaños (¡¡que lo mío es un funeral!!), que si no estoy en Madrid, que si soy retrasado... en fin. Poca gente me quiso. Pero fallecí. Y me desperté distinto. Destrozado porque morir cuesta lo suyo y es un trabajo digno de admiración, pero con una sonrisa en la cara, como si supiese que aquel era el momento de un cambio.
Tardé un mes, más o menos, en actuar. No quería forzar demasiado al Karma, así que me lo tomé con relativa calma (ya lo dicen por ahí: "Las cosas de palacio van despacio, y las del Karma, con calma"). Pero surtió efecto. Al mes de aquello, dejé mi trabajo de becario y emprendí un viaje a Barcelona. Fuero dos cambios sutiles. El primero, porque podría parecer una mala decisión; el segundo, porque un traslado a otra ciudad por unos cuatro días no es muy drástico. Pero regresé a Madrid con las esperanzas renovadas. Y me llamaron de un trabajo (trabajo trabajo, no beca-mierda).
Me resguardé en Vigo de los peligros de la capital, España fue campeona del mundo, empecé en Cuatro como paso previo a Canal Plus y conseguí que una maravillosa mujer me aguantase. Todo gracias al Karma. Como pago por los servicios, de vez en cuando tengo que hacer algún trabajillo para él, pero compensa.
Así que ya sabéis, amigos: amad al Karma, que él os lo recompensará.
1 comentario:
Siento comunicarte que los karmaticos practicamente ya han sido vencidos por la inercia, solo son una sombra de lo que eran. A mi tampoco me ha ido mucho mejor... el mana laboral lejos de recompensarme me tiene incomunicado bajo la nieve en un lugar gris, gris y gris (francia mal), me ha privado del meat contest y las damas siguen sin comprenderme, mucho menos quererme. Pero a pear de todo...
"abre tus chakras dimelo
auroa positiva recubre tu cuerpo,
..."
Atentamente
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