Recuerdos


Es difícil saber de qué material están hechos los recuerdos. Son imágenes sin reflejo físico, sin soporte sobre el que enseñarse, pero su intensidad a veces es superior a la que imprime la realidad. Y es que están fuera de la propia realidad, están afectados por el tiempo y la distancia, lo que hace que se emborronen cuando los traes al presente. En ese presente es cuando se acercan a la realidad y se hacen palpables.



Se esconden en un punto indeterminado, en un lugar al que sólo puedes acceder tú y sólo cuando lo necesitas de verdad. Repito que es difícil saber de qué material están hechos, y más que nada porque abarcan desde imágenes hasta sonidos, pasando por olores y sensaciones. ¿Y qué tienen en común una imagen, un sonido, un olor y una sensación? Pues supongo que todas ellas, juntas y por separado, son capaces de construir un recuerdo.


Muchas veces no hace falta cerrar los ojos para no ver. Simplemente, evocando un recuerdo (de esos que son inmateriales pero que están hechos de algún material) los ojos pierden la referencia de lo que tienen enfrente. La cabeza viaja al punto de encuentro entre tú y el recuerdo y te devuelve como un espejo las imágenes que quieres recuperar; y lo hace con aquellos olores, si los había, o con aquellas sensaciones, si las recuerdas, o con los mismos sonidos, si los oíste.


Pero el recuerdo no es sólo voluntario. Puede aparecer sin explicación aparente. A veces, un olor te traslada hasta algo o alguien. O una canción, que te devuelve las sensaciones que te producía la primera vez que la escuchabas. Incluso te asalta una imagen; saltando se sitúa delante de ti, te mira a los ojos y te hace olvidar lo que tienes alrededor.


Ahora mismo estaba viviendo un recuerdo. Nos colgaban las piernas en aquel taburete y yo no paraba de reír. El olor… sí, es el mismo de aquella vez. Incluso la luz impacta contra uno de mis ojos como aquel día, el mismo foco que lo hacía aquel día. Y el mismo ruido, que casi no me deja escuchar qué me están diciendo.


Ya estoy fuera de él y he escrito esto. Seguro que, algún día, sentado en el suelo de mi habitación como estoy ahora, uno de esos recuerdos traicioneros aparecerá en mi vida para enseñarme la estampa que ahora mismo dibuja mi cuerpo con la espalda apoyada en la cama. Y me recordará que estaba recordando y hablando de recuerdos…¿un metarrecuerdo? Eu qué sei.


Venga, te recuerdo, Amanda…

4 comentarios:

Elena Guevara dijo...

Yo me dejo notas para mis yos del futuro, para que recuerden mejor lo que era yo misma antes, y luego me contesto yo misma, pero ya no lo escucha la Elena del pasado... si lo hiciese, qué facil habría sido dejar ese novio, cojer ese trabajo o aprender aquella asignatura.
No obstante, menos mal que tenemos la capacidad de olvidar, casi más importante que la de recordar... sino, qué doloroso. Besos para Amanda, y sí, compré las patatas, compra tú el atún que la madre de Guillermo cocina.

Yaiza dijo...

Hoy el cielo está nublado, descansando de una noche turbia llena de truenos y relámpagos. Estos días así oscuros, cercanos a una partida, favorecen la aparición de recuerdos en mi vida. Me parece bien, de vez en cuando hay que quitarle el polvo a la memoria, ¿no? Por cierto, Elenita, el otro dia vi a un hombre con una Iguana tatuada en el hombro y me acordé de ti.

¿Cómo llevas lo de tus pañales?

Vitrubius Volante dijo...

Anda: flores para Amanda...

Anónimo dijo...

Yo soy incapaz de olvidar ni un solo segundo de mi vida. Empleo tanto tiempo en vivir como en recordar lo vivido. Un infierno. Me llaman "Funes el memorioso".

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