Harto de todo, enfilé mi calle. Desde el portal comencé, con paso firme, el camino que me llevaba a enfrentarme a él. Tenía en mente todo lo que tenía que decirle, todo lo que me había parecido mal, lo que había incumplido y lo que me debía por haber sido tan injusto. Las frases se agolpaban debajo de la lengua como un ácido y me generaban un estado de éxtasis total que se reflejaba en mis ojos y, sobre todo, en mis cejas, que expresaban la rabia que guardaba cada una de las palabras que dispararía.
Llegué hasta la Plaza de los cubos, a la cervecería (casi) nueva que habían montado hace meses y en la que se adaptaban perfectamente al invierno madrileño construyendo una carpa con calefacción para combinar el término terraza con el de invierno, con el de lluvia y con el de frío. Él me esperaba sentado con una caña en la mesa y un plato con los restos de la piel del chorizo con pan que se había tomado. Con gafas de sol, aire desinteresado y una cazadora con la capucha bordeada con pelos de vete tú a saber qué animal sintético muerto. De piernas cruzadas, cigarro en el cenicero y los brazos posados sobre la mesa. Así me recibió.
"Ganas tenía de verte", le solté así, de primeras. "Vergüenza debería de darte, traidor. Sólo quiero que me escuches, nada más. Que te quedes ahí calladito y me atiendas bien, porque no te lo voy a repetir". Me senté, pedí una caña y encendí un cigarro, para estar empatado con él. "Mira, esto no es lo que habíamos acordado; no por lo menos lo que yo esperaba que pasase según estaba todo. Y la culpa es tuya, yo a penas tengo responsabilidad de lo que ha pasado, ¿entiendes? Ya sé que los negocios son los negocios, pero tendrías que haber estado un poco más pendiente de mí, maldita sea. ¿Qué te crees? ¿Que puedes hacer lo que te venga en gana sin ningún tipo de responsabilidad?". Él ni se inmutaba, mis palabras parecían no afectarle.
"No has sido un buen compañero, tío. Te has llenado de promesas incumplidas los bolsillos, de buenas palabras y de imágenes que guardabas en mi mente. Pero al final todo ha sido mucho más complicado. Parecía que enero y febrero empezaban bien, pero ya en marzo me encontré con la primera contrariedad. Me enteraba de que no seguiría en el trabajo; vale que era algo que tenía en mente, pero me adelantaban mi salida un mes... Es cierto que en abril me lo solucionaste un poco y pude estar de vacaciones en mi casa, e incluso viajé al extranjero hasta principios de mayo, pero después... después qué, ¿eh?". Él seguía sin inmutarse.
"El resto de meses han sido complicados, joder. Me dejaste tirado durante dos meses en los que me estaba jugando mucho, pero tú ni te molestabas en darme una señal, una llamada, una palabra tranquilizadora. Y el negocio ese en el que me metiste durante dos meses... eso sí que fue una mierda. Yo no fui ahí para eso, esa no era mi misión, y tú lo sabías perfectamente, sabías que no iba para lo que me habían contratado. Por eso me fui antes, me retiré, a mí no me toma el pelo nadie, ¿de acuerdo? Joder, me he quedado sin tabaco, ¿me das uno?". Echó mano de la cajetilla, me ofreció uno y, acto seguido, prendió una cerilla y me lo encendió. Todo sin soltar una sola palabra.
"Lo que te decía, después de dejar el negocio aquel me volví a ver en la misma situación. Me hice un par de viajes para olvidarme de todo y que dejasen de perseguirme, pero no fue suficiente, volvía a estar sin nada entre las manos, sin nada que llevarme a la boca. En lo último que me has metido no está mal, estoy contento, pero necesito estabilidad. Por eso paso de ti. Hice mal en dejar al anterior; me lo encontré vestido de mendigo en una esquina y me dijo que había caído en el olvido, que sólo le recordaba de vez en cuando por el tema de las apuestas deportivas, pero que nadie le llamaba ya nunca. Yo sí que lo echo de menos, aunque sé que ahora es imposible que vuelva. Así que he econtrado uno nuevo con el que espero tener esa estabilidad en los negocios que tú me has negado. Has sido un mal agente, así que adiós".
Me levanté de la silla, me terminé de pie la cerveza y le solté un billete de 5 euros para las dos cañas y, con desprecio, le dije que se quedase la vuelta. Me giré y volví sobre mis pasos. Había dicho todo lo que quería decir, quizás había desordenado el guión que tenía preparado desde hacía un par de horas, cuando duchándome había estructurado mi perorata con orden y concierto, pero daba igual.
Ahí te quedas: "Chaíto".
Casualidades
Hace 2 años
2 comentarios:
Eso sí que es despedir al año. Buen trabajo. Guardaré esta entrada en la carpeta de "¡Bravo!". No te preocupes: no le va a faltar sitio... ¡MUAHAHAHA! Perdón. Te leo.
¿Para cuando Holita?
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