Y es raro que sea un número par, la verdad. Más que nada, porque nací un 13 y eso marca. Marca en muchos sentidos que creo que ya conté. Pero cuando algo es inevitable no se puede parar. Así que me he visto envuelto en número pares el resto del tiempo. Y se refleja en las estúpidas manías del día a día, en el hecho de tener que comer cosas pares, de repetir dos veces las cosas, de viajar en líneas de metro pares y en autobuses que terminan en el '2'.
El mundo, realmente, está hecho para pares. Es cierto que, últimamente, la modernidad trata de dar importancia al impar, al rollo 'single', pero no es más que una oscura forma de llevar a esos impares a que compartan, a que se conviertan en pares, como el resto del mundo. El mundo que describe el signo de victoria con dos dedos, que nos cede dos ojos y nos dice que mejor ir en pareja a algunos sitios. Muchos impares están mal vistos, como el que sale por la noche solo. No es lo mismo estar 3 personas, pero eso no es más que una forma de esconder que el impar necesita a 2 más.
El problema que le llega al par es cuando tiene que convivir con un impar. Ahí estoy yo, en esa situación. "No somos nada empáticos entre nosotros", me dice el impar. "Pues claro", respondo rápidamente. Es que es muy complicado unificar realidades tan distintas, planos de la vida tan opuestos que generan el sempiterno duelo par/impar.
Al principio fue complicado, la verdad. Mi impar no era capaz de centrarse con otros pares; le salía un sarpullido en la piel y se declaraba alérgico a los que eran como yo. Y lo había intentado varias veces. Había llegado a la conclusión de que sería un impar que compartiría con los pares lo necesario, lo imprescindible y en los momentos en los que los necesitase realmente. El problema que le generaban aquellos pares era que trataban de convertirlo en uno más del rebaño. Pero el impar, como parte de su naturaleza, reaccionaba con extrañeza y abandonaba la paridad en cuanto podía. Lo hacía poco a poco, a veces torpemente y terminaba demasiado cansado. "Quizás esto no sea para mí".
Y un día cualquiera nos encontramos. "Vaya... eres par. Lo siento, no tengo entre mis planes volver a un par". Y lo intentó con otros impares, pero tampoco funcionaba con ellos. Estaban en la misma realidad, pero no por ser impares significaban que compartiesen números. Además, algunos de esos impares buscaban ser pares, por ser como los demás.
Y nos volvimos a encontrar. "Sigo siendo impar, pero...". El 'pero' se convirtió en un 'quizás', en la prueba de que aquel impar decidía olvidar la naturaleza del número y centrarse en la realidad de que los números no siempre dicen la verdad. Y yo, par de toda la vida, acepté el reto de reflejarme en otro número y cambiar un poco de dirección.
Ahora convivimos en la misma realidad, sin tener en cuenta la terminación del número. Se presentan dificultades, entre el '9' y el '8', por ejemplo, pero tiramos de calculadora y sumamos un nuevo número.
Ya iré contando cómo se vive siendo un par impar.
4 comentarios:
Como impar de toda la vida que soy me admira tu adaptación al cambio. Eso es lo mejor de un par como tú.
Porque no es fácil, eso ya lo sabes, cada uno tira para sus cifras cuándo puede y pasar de un número a otro parece imposible. Pero seguro que no lo es.
Lo que pasa es que los retos que tienen resultados increíbles siempre implican dificultades. Normal... esos resultados sólo están al alcance de unos pocos y no pueden llegar así, sin más.
Pero merecen tanto la pena... que no queda otra que intentarlo!
Disfruta de tu nueva vida (im)par
Adaptarse y sumar es difícil pero es muy satisfactorio.
¡¡Un beso y buena semana!!
Entonces, cuando es la boda?
Cuando se abran las puertas de par im par (ejem...).
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