Terminal

"Está terminal", dice el médico a la familia del enfermo. Está a punto de llegar al final. Está, por tanto, repitiendo el esquema en el que se puede resumir la vida, que no es más que un conjunto de acciones que tienen un final, que se terminan. Cada paso que inicia algo se convierte en el primero que se da para llegar hasta el final. Es decir, todo lo que empieza, por las mismas termina.

Hace unos tres días iba a terminar mi estancia en Madrid y el fin de una etapa. Regresaba por unos meses a Vigo para hacer una cura de desintoxicación del último año, de los últimos meses. Un tiempo de playa y de cambio de ambiente. Un tiempo de asueto prolongado en el tiempo con el objetivo más o menos cercano de volver a empezar otra vida. El primer paso que daría con el fin de conseguir dar el último con el futuro regreso a Madrid en septiembre. Después, otro primer paso; el comienzo de un máster o un contratillo en cualquier medio para subsistir engrosando el curriculum con vistas a regalarme otro final cuando todo eso terminase.

Ahora, incluso, parece que las vacaciones medio forzadas se van a esfumar y Madrid será mi ciudad de veraneo otro año más... si las cosas salen bien, por supuesto.

Y las piezas del dominó erguidas sobre el tablón de la mesa de mi habitación se empezaron a caer dibujando sus formas al mismo son del sonido que hacían al estamparse contra la madera. Los finales se fueron sucediendo como un causa-efecto sin mucha explicación. Mientras los días se empiezan a despejar de nubes y el calor empieza a amenazar humeante desde el asfalto de mi calle, se despellejaban también las rodillas después de meses caminando por las cuerdas más flojas, las que nunca regalan palabras y los "noes" se ahogan en la orilla de la playa que visité hace ya, parece, mucho tiempo.

"Dame un sí", le decía un chico a una chica el otro día en una cafetería, sin saber que yo era espectador de lujo de su conversación. Mientras revolvía el café abrasivo con la cucharilla, el tintineo marcaba el tiempo real en el que un final, un enfermo terminal, se sentaba entre aquella pareja para avisarles que, esta vez, el sí que él le solicitaba a ella no iba a aparecer, y lo mejor era que se levantasen, me dejasen a mí sin espectáculo de telenovela barata y pusiesen fin a la historia que para mí había durado unos escasos minutos.

El carácter terminal de esa escena retrataba lo que me tocaría vivir pocas horas después, con el final inesperado de un plan que nació antes de morir, con el principio de dos meses que serán distintos y con el calor que se apoderó de mi cuerpo y se transformó en sudor frío que me cubría el cuello, la frente y el pecho.

Por si acaso las cosas salen bien, para Vigo me voy a disfrutar de la playa el tiempo que pueda.

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